a Juliana Rodríguez
Profundo sentimiento
que pasa
y se frota el hocico
en habitaciones vacías.
Fugaz
bocanada.
Nostalgias no.
Matar ciertos recuerdos,
es tan sano.
Te sientas sobre
tu abismo doméstico.
Vences otro día.
Tus pactos con la soledad
son ya viejos.
La noche cierra su párpado,
y tu te pierdes en los laberintos
del sueño,
y el no lugar que es tu vida,
se desviste,
se quita sus armaduras.
Caracas, 2001
Beatriz Alicia García
sábado, 17 de marzo de 2007
Sobre la soledad
La cultura en que vivimos, los cánones sociales, los mandatos familiares y otras convenciones educativas por el estilo nos enseñan el horror de la soledad. Así, desde esa perspectiva, la soledad se convierte en vacío, aislamiento, abandono o deterioro. Se cree que la soledad es fundamentalmente carencia. Nadie nos induce a explorarla, conocerla, a dialogar con ella, a transformarla en un espacio de encuentro fecundo con uno mismo.
Miedos ancestrales nos ayudan a pegotearnos e incrustrarnos en los otros, renunciando las más de las veces a nuestra autonomía.
Cualquier cosa con tal de no estar solos. Concedemos, intentamos conciliar, negamos realidades que son obvias y dolorosas, buscamos cuantas formas de autoengaño sepamos conseguir con tal de no quedarnos, o de que no nos dejen solos. La soledad se ha convertido entonces en un mal entendido con la vida.
Así, dentro de este planteo prejuicioso es donde llego a soslayarme como sujeto. No me tomo como proyecto. No me lanzo a la aventura de construirme. Pierdo la dimensión del proceso y del significado que implica la realización de mis deseos. No asumo con la vida el compromiso de ser hija de mi propio esfuerzo. Navego en una dependencia infantil que siempre me conduce al mismo puerto: mi propio extravío.
(…)
Lo que sí quiero enfatizar, porque me parece imprescindible, es que nadie puede ser en el sentido existencialmente profundo hasta que no ha conquistado su soledad.
(…)
La educación enajenada que recibimos e incluso que damos nos arrastra ansiosamente hacia fuera, es decir, hacia la abstención de nosotros mismos. No se nos enseña a amar la propia soledad como una experiencia vital de búsqueda y descubrimiento.
Liliana Mizrahi La mujer transgresora
Miedos ancestrales nos ayudan a pegotearnos e incrustrarnos en los otros, renunciando las más de las veces a nuestra autonomía.
Cualquier cosa con tal de no estar solos. Concedemos, intentamos conciliar, negamos realidades que son obvias y dolorosas, buscamos cuantas formas de autoengaño sepamos conseguir con tal de no quedarnos, o de que no nos dejen solos. La soledad se ha convertido entonces en un mal entendido con la vida.
Así, dentro de este planteo prejuicioso es donde llego a soslayarme como sujeto. No me tomo como proyecto. No me lanzo a la aventura de construirme. Pierdo la dimensión del proceso y del significado que implica la realización de mis deseos. No asumo con la vida el compromiso de ser hija de mi propio esfuerzo. Navego en una dependencia infantil que siempre me conduce al mismo puerto: mi propio extravío.
(…)
Lo que sí quiero enfatizar, porque me parece imprescindible, es que nadie puede ser en el sentido existencialmente profundo hasta que no ha conquistado su soledad.
(…)
La educación enajenada que recibimos e incluso que damos nos arrastra ansiosamente hacia fuera, es decir, hacia la abstención de nosotros mismos. No se nos enseña a amar la propia soledad como una experiencia vital de búsqueda y descubrimiento.
Liliana Mizrahi La mujer transgresora
miércoles, 14 de marzo de 2007
Postal para el tiempo
La rueda del tiempo me atrapa. Una niña me mira en el desván. “—Debo darme prisa, ¡voy a llegar tarde!”, dice el conejo de la historia mientras corre apresuradamente. Parece una línea muy delgada la que nos separa. Creo que sigo siendo aquella niña solitaria, en cierta medida. Me miro en sus juegos, en los que el tiempo parece detenerse. En esos espacios de resguardo parece conservar una cierta parsimonia de otros tiempos, su melancólica cordialidad. Otras manos me jalan hacia el presente: “—Vamos a jugar al escondite”. Son mis hermanas, los juegos ante el espejo, la propia curiosidad ante un mundo ya superratón, ya telenovela, ya supersónico, ya hormiga atómica. La rueda del tiempo me atrapa. Enciclopedias y mapas, tablas de multiplicar y figuras del cuerpo humano llaman esa niña curiosa que persigue saltamontes y libélulas en los parques; que chapotea feliz bajo el sol y la arena de alguna playa; que camina, a solas, en medio de la noche para ir al balcón a ver las estrellas. Poco ha cambiado. Salvo quizá los lugares, las mudanzas elegidas y no elegidas; la idea de catástrofe aprendida en los noticieros, en la prensa; algunos afectos que el tiempo se llevó, otros que trajo. ¿Poco ha cambiado, Homero?¿Tú que piensas, Shakespeare? ¡Qué poco ha cambiado, amigos míos! Pero "El tiempo no se detiene"...como dice Blades en "Maestra vida". El parque me espera para mi caminata mañanera. Dejo, pues, este texto, en tiempo real, para ustedes. Sé que ya en aquella niña solitaria, como en todas las niñas sensibles y solitarias que han de ser, este texto se gestaba.
Caracas, 14 de marzo de 2007, entre 5:00 y 5:30 am
A Belkys Arredondo, cómplice de estas travesuras
Créditos de las imágenes: La que ilustra esta entrada es de Alice Lindell tomada por Lewis Carroll. Alice y otras pequeñas amigas de Carroll inspiraron "Alicia en el país de las marravillas" y "Alicia detras del espejo". La que ilustra la entrada anterior es de Alfredo Saínz Blanco, soy yo misma, me fue tomada hace pocos años mientras realizaba un recital de mi libro "Acto de fe" en el Ateneo de Caracas.
lunes, 12 de marzo de 2007
Postal para los placeres
¿Por qué olvido tan fácilmente los placeres y recuerdo con tanta vehemencia los desencuentros, los abandonos? Estos blues que ahora oigo (“cry me a river”, “Little Valentine” “Summer time”), estos poemas de Mharía Vázquez que ahora leo sobre el amor (¿el desamor?) y otros asuntos, me recuerdan todo el placer, a veces efímero, y otras también, que he recibido. No debería olvidarlo, ahora que voy dejando atrás, o eso creo, la época de las intensidades. Y me voy amigando con lo caricioso, con lo que paladeo sin estridencias. La vida está también llena de pequeños placeres cotidianos que también se olvidan, que quizá damos por sentados (Gracias Mharía por recordármelos en tus maravillosos versos): una buena conversa o rato con los amigos, un atardecer, un blue en el reproductor acompañándonos, entre otras cosas.
Quisiera que este breve texto fuese como una caricia, para esos amigos, esas personas, vivos o muertos, que han llenado mi vida de ratos cariciosos, de alegría, de gratos momentos, de placer. Ellos, o sus voces, o sus textos. Gracias a todos. Qué sería de una neurótica como yo sin ellos. Besos cibernéticos.
Caracas, 12 de marzo entre 2:30 y 3:00 pm
Postal para exorcizar la ira
Hoy es un día como para tapar los espejos. Imágenes vergonzantes me aprisionan. Me acarician algunos afectos y araño como un gato aterciopelado. Me enrosco en mi rabia, maullo mis incertidumbres. No soy buena, no soy mansa. Escribo por exorcismo, por descolocación. Como todo el mundo tengo mezquindad y egoísmo en mi alma como ternura, como amor. Hoy quisiera escribir improperios, golpear a alguien, pero tengo el raro hábito del silencio, y el de la soledad. Entonces vengo a la página en blanco a escribir insultos silenciosos contra el mundo, a pedir taima, please. A buscar no sé qué reconciliación plausible con la raza, con la ciudadanía, o por lo menos con el gremio; mientras mis hermanas van a una excelente charla nueva era sobre la autoestima. Yo me dije: “—Tú lo que necesitas hoy es silencio, chama”. Y me quedé lidiando con mis demonios.
Coda: Este rincón parece confortable. ¿Una vez más me llamo a engaño? 22 años atrás otro diario, tiempo después destruido, inició el juego, me ató a las letras como otros se atan a un cuerpo, a una costumbre. Tal vez, sí, al igual que Bryce escribo con el secreto designio de que me quieran, pero sabiendo que la página es blanca, solitaria, que lanzar una botella en la web quizá no es muy distinto a lanzarla al mar. Los excelentes cuentos iracundos de Stefania Mosca que leo para mi tesis de maestría sospechosamente se parecen demasiado a mi estado de ánimo de los últimos días. Mi padre ha empezado a cantar tangos y baladas con su guitarra. Se acabó la tregua, damas y caballeros, Chao por hoy.
10 de marzo de 2007, entre 5:30 y 6:00 pm.
Coda: Este rincón parece confortable. ¿Una vez más me llamo a engaño? 22 años atrás otro diario, tiempo después destruido, inició el juego, me ató a las letras como otros se atan a un cuerpo, a una costumbre. Tal vez, sí, al igual que Bryce escribo con el secreto designio de que me quieran, pero sabiendo que la página es blanca, solitaria, que lanzar una botella en la web quizá no es muy distinto a lanzarla al mar. Los excelentes cuentos iracundos de Stefania Mosca que leo para mi tesis de maestría sospechosamente se parecen demasiado a mi estado de ánimo de los últimos días. Mi padre ha empezado a cantar tangos y baladas con su guitarra. Se acabó la tregua, damas y caballeros, Chao por hoy.
10 de marzo de 2007, entre 5:30 y 6:00 pm.
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