miércoles, 1 de julio de 2009

Retrato de Anaïs Nin


DIARIOS DE ANAÏS NIN. TOMO V (Fragmentos)

Comparto con los eventuales lectores fragmentos de uno de los diarios de Anaïs Nin. A mis me han acompañado sus diarios por muchos años. Cada tanto los releo desde que dos amigas me permitieron leerlos, Yurinis Prieto y Susana Sánchez. Susana, especialmente, me fue prestando los siete tomos que tenía. Aún entonces no se había publicado la versión inexpurgada. La lectura de los diarios de Anaïs me conecta con el difïcil arte de madurar y crecer como persona y el muy difícil arte de escribir, la búsqueda de una expresión propia. Y muy particularmente me ha conectado con lo que significa ser mujer en el más profundo sentido de la expresión, en tanto relata desde sus experiencias más físicas y corporales hasta sus más hondas ansiedades, miedos, temores. Aquí sólo transcribiré, por lo pronto, algunos fragmentos de su diario en los que se refiere a la escritura y al arte.
Beatriz Alicia
DIARIO DE ANAÏS NIN. TOMO V. Editorial Bruguera
Yo creo que escribimos porque tenemos que crear un mundo en el que podamos vivir (...) Tuve que crear un mundo mío, como un clima, un país, una atmósfera en la que yo pudiera respirar, reinar y re-crear lo que la vida destruía.
(...) También escribimos para aumentar nuestra conciencia de la vida, escribimos para atraer y encantar y consolar a otros, escribimos para llevar una serenata a nuestros amantes. Escribimos para paladear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva. Escribimos como Proust, para que todo sea eterno y para persuadirnos a nosotros mismos de que lo es...Escribimos para poder trascender nuestra vida, para llegar más allá de ella. Escribimos para aprender a hablar con los otros,para registrar el viaje a través del laberinto, escribimos para ensanchar nuestro mundo cuando nos sentimos asfixiados, constreñidos, solos. Escribimos como los pájaros cantan, como los primitivos realizan sus danzas rituales. Si no respiramos escribiendo, si no lloramos escribiendo o cantamos escribiendo, entonces no escribamos. Porque nuestra cultura no necesita nada de eso. cuando no escribo siento que mi mundo se encoge. Siento que estoy en la cárcel, que pierdo mi fuego, mi color. Debería ser una necesidad como el mar necesita la marea. Yo lo llamo respiración.
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Convalescencia. Tanta debilidad que yace uno como un animal en hibernación, como un animal que se hace el muerto. Se flota. Se está a la deriva. Todas las corrientes son más fuertes que uno.
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Lo que el mundo olvida es que la pasión no es solamente una fusión sensual elevada, sino una forma de vida que produce, como en los místicos, una conciencia extática del conjunto de la vida, y y que es de esta manera como la poesía se convierte en la mayor verdad, por intensificación y condensación de la experiencia.
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En el inconciente se encuentran no sólo los demonios del hombre (como temíamos), las fuerzas primitivas, instintivas, incontrolables de la naturaleza, sino también esa fuerza creativa, expansiva, que conecta con el universo y que se halla en grandes figuras como Beethoven, Einstein, y en pintores y escritores de valor. El amor del hombre por dichas figuras revela su propio sueño de alcanzar las cimas del logro humano.
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Todavía bajo la euforia sintéticamente creada por una belleza sintética, me enfrenté y vencí el miedo a morir descubriendo un reino qu eno muere, lo más altos momentos del arte que son los únicos que se perpetúan. He descubierto el reino en el que me encuentro en casa, y estoy contenta de enterrarme en él, en las pirámides del arte. Allí, por lo menos, nunca me sentiré sola.
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Es cierto que existen elevaciones en el arte, en música y en el oficio de escribir, que nos sotienen, nos ayudan a vivir. Cambian nuestros pesares en belleza. Pero también es verdad que existen caídas abismales de las que el arte no puede salvarnos, y entonces se hace necesario encontrar un conocimiento de nuestra vida humana, de nuestroo mal. Yo he encontrado ese conocimiento, esa búsqueda de la salud y de la integridad, necesaria para mí y para los demás. Los poetas, como he observado en mis estudios de los románticos clásicos y modernos (que llamamos neuróticos), siempre acaban en catástrofe, en tragedia, enfermedad y muerte. Son las víctimas de la vida en lugar de sus conquistadores. Véase la trágica vida de Baudelaire, de Rimbaud, de Verlaine, de dylan Thomas,etcétera. Incluso recientemente Virginia Woolf se ahogó por su propio deseo. Rimbaud caminó fuera de su vida de poeta y en el olvido.
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He elegido escribir sobre los artistas, primero porque los conozco mejor, y después porque la expresión de fantasía e imaginación se manifiesta en ellos más que en otras vidas. En otros hombres la mayor parte de sus vidas está reprimida por la estructura burguesa, por sus costumbres profesionales, sociales y comunitarias. El artista conserva su sensibilidad, es el elemento que necesita para su profesión. El artista empareja su vida con sus necesidades y vive para su propio designio y sin conformidad con los patrones hechos por los otros. El artista vive más en armonía con su propio carácter y está más cerca de la liertas y de la individualidad, y por lo tanto de la integridad.
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El papel del escritor no es decir lo que todos podemos decir (...) La responsabilidad del escritor es incrementar, desarrollar nuestros sentidos, expansionar nuestra visión, perfeccionar nuestro conocimiento y enriquecer nuestras articulaciones.
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La dramatización de nuestros infiernos personales es nuestra única forma de salvación, de separarnos de ellos.