martes, 29 de septiembre de 2009

a O. Mandelshtam

Me inclino frente a ellos como un cáliz,
incontables sus señales arcanas
esta negra y tierna rama
de nuestra juventud ensangrentada.

Yo respiraba desde hacía tiempo
el mismo aire sobre el precipicio
de aquella noche desierta y férrea
donde llamados y gritos fueron inútiles.

¡Oh!, qué aromático el aliento del clavel
soñado por mí alguna vez en aquel lugar.
Son Eurídices que giran, mientras Europa
es arrastrada sobre las olas por el toro.

Son nuestras sombras las que vuelan
sobre el Neva, sobre el Neva, sobre el Neva
que revienta contra los escalones,
es tu paso hacia la eternidad.

Estas son las llavecitas del apartamento
acerca del cual ahora ni jota...
es la voz de la lira misteriosa
en la sepulcral pradera visitada.

1957

Anna Ajmátova