Luego de unos cuantos días sin pasar por aquí, vuelvo por mis fueros con uno de mis recientes poemas, está dedicado con afecto a algunos amigos de mi generación.
a Luis Antonio Toca, a Marisela De Abreu, a Juan Carlos Ballesta, a Gezzilia Picarreta, a Nélida Pino, a José Adán Niño, a Boris Muñoz, a Manuel Llorens
No sé por qué nos gusta
la alegre irreverencia de un Haring
que prefigura muerte por Sida,
las músicas exóticas y tecnológicas,
los mundos presentidos, las vanas promesas
de la noche urbana
que acarician al pequeño dios
que vive en nuestro insomnio.
Nuestros sueños ya turbios
se desnudan sin pudor
en el cemento de cada día,
en las tragedias del televisor,
en cualquier beso que nos seduce
desde la Web World Wide,
mientras el miedo ronda
en cualquier amenaza de virus,
cualquier posible olvido de condón,
cualquier gusano desplazándose
cortesía de algún hacker adolescente
de Korea,
cualquier edulcorante que te va a envenenar,
cualquier medicamento prohibido
por la Organización Mundial de la Salud,
cualquier taxi sin frenos
que te espera en el próximo semáforo de la madrugada,
cualquier malandro que anhela
tus zapatos, tu carro o tu mente,
cualquier mal hábito placentero
que te espera como una sentencia
en tu correo electrónico.
Mientras el miedo ronda,
seguimos encabuyéndonos
por nuestros caminos verdes,
seguimos inventando nuevas formas
de hedonismo,
nuevas formas de vencer el monstruo
que nos devora,
ese Atila de tu cerebro
con sus batallones ávidos,
con su sed insaciable,
con sus autos estrellándose
a toda velocidad
contra tus sueños de ayer.
Bésalo, es virtual,
envenénalo, dale un poco
de su propia medicina.