El pasado viernes 3 de julio falleció el poeta venezolano Luis García Morales. Estuve varios días buscando el único libro suyo que tengo en mi biblioteca, "De un sol a otro" (1997), que lo hizo merecedor del Premio Municipal de Poesía en 1998, para poder compartir algunos de sus versos prodigiosos y finalmente lo tengo en mis manos. Hace algunos años pude escucharlo recitar sus versos en un recital intergeneracional que me parece se organizó en el Ateneo de Caracas y me atraparon sus imágenes que fluían como un río caudoloso. El río, es precisamente, uno de los más importantes referentes de su Poesía. Nacido en Ciudad Bolívar en 1929, a pesar de haber dejado su ciudad natal, se llevó consigo a ese río que acompañó su infancia, el Orinoco y esos paisajes que lo rodearon. A finales de la década del 50 del siglo XX, cuando la democracia era una esperanza, a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, García Morales fue miembro de uno de los grupos literarios más importantes del momento, "Sardio", junto a Elisa Lerner, Adriano González León, Rodolfo Izaguirre, Salvador Garmendia, entre otros. Luego se fue a París, donde permaneció tres años, durante los cuales viaje por Europa y el Medio Oriente, y al regresar a Venezuela tuvo una activa participación en la fundación del Inciba y luego fue el primer Presidente del (Concejo Nacional de la cultura (Conac). Fue también director de Monte Ávila Editores, y así mismo dirigió la Revista Nacional de la Cultura. Por lo tanto, podemos decir que la historia cultural venezolana contemporánea está estrechamente vinculada con la del poeta García Morales. Por lo que le debemos una mayor difusión y valoración a su obra. Algún tiempo atrás publiqué en esta página algunos versos suyos, hoy, con motivo de su partida, vuelvo a compartir otros. La profundidad de sus imágenes lo merecen, ese hondo y bello imaginario en el que confluyen hombre y paisaje, lo efímero y lo eterno, el vivir como un viaje rico e interminable, que nos regala sus dones.
De un sol a otro
1
De un sol a otro
Vivimos en jardines
Turbados por la eternidad de lo efímero
Nos acontece cantar y sufrir
En el mismo instante
del sacrificio y el aleluya
Hay días que permanecen
Y otros que no existieron nunca
Si miras tu recuerdo vuelve a nacer un niño
Y ves el trabajo de los años
En la piel en los huesos en el uso
de la palabra
Si pasas de un río a otro
Verás la transparencia de la noria:
Los círculos del sol y la serpiente
Entregándote rosales en llamas y
en penumbras
Y remolinos de peces vivos y muertos
Ardiendo en los mismos pozos de vino
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La noche devuelta al sol
El tiempo se mueve
en el área invisible de la velocidad
Los espacios
En la vestidura de cada flor
Cada día el girasol
Mueve a su alrededor la luz
Se asombra el alma ante la ronda eterna
De las variaciones hechizadas
¿Seguirá mi sangre ese vaivén
Como lo sigue cada día la cayena?
Entro y salgo por una calle de ojos
Que miran y yo miro
Desde ayer
Desde hoy
Desde mañana
Repentina y perpetua mirada de tres mundos
Visión continua de un río
Que es un pozo
Vuelo de un pájaro
Fijo en un lienzo
río Orinoco
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El espacio es un gran árbol invisible
3
El sol
mueve
al mundo
con una sola flor
La noche
pasea
el follaje de su árbol
carbonizado
alrededor del mundo
Entre el árbol
y la estrella
un río avanza
silencioso
iluminando
el curso impredecible
de un pájaro
6
La oreja fina de la diamela
Oye el zumbido azul
del colibrí
En el follaje brilla la esmeralda
Un canto
Una canción muy tenue
Para esta hora limpia
y única
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Bajo el árbol del cielo
VII
Arde la llanura hasta sus confines
Respiramos un viento árido
Y hay un aire amarillo
Donde vuela una mariposa azul
El día está en ella
Se concentra en ella
Y los grandes ojos de sus alas
Nos miran
¿Pasaremos a través de sus ojos
Hacia otro sol?