Ayer, en la librería Lugar Común, comenzó Homenaje al poeta, ensayista y profesor venezolano Guillermo Sucre, quien cumplió 80 años recientemente. Tomás Caldera y Roberto Martínez Balrich leyeron textos en torno a su obra ensayística. Hoy continúa el Homenaje con la presentación de "La libertad, Sancho", una compilación de textos realizada por Sucre y mañana se hablará sobre su poesía. Tuve la fortuna, muy joven, de leer su obra poética, y sus ensayos, y ya terminando mis estudios en la Escuela de Letras, cursé con el profesor Sucre, el taller de ensayo. Pero ayer conocí un Guillermo Sucre que no conocía, sonreía jovialmente, irradiaba contento por este homenaje entre amigos. Lo recordaba como un personaje sumamente serio, de brillantes disquisiciones, ante el cual no estaba permitido decir tonterías, pero del cual podías aprender muchísimo. Mi primer contacto con la obra de Sucre fue en el primer semestre que cursé en la Escuela de Letras, a comienzos de 1984, la profesora María Fernanda Palacios nos leyó en el curso Literatura y vida el poema Telémaco, que conmovió a la adolescente que yo era, y desde entonces me ha acompañado y ahora comparto con las posibles lectores de esta bitácora. Telémaco pertenece al libro "La mirada". Años después, a finales de los 90's, cuando Blanca Elena Pantin me dio la oportunidad de colaborar con las páginas culturales de El Universal, escribí una columna sobre su poesía, resaltando lo que me atrajo poderosamente de sus algunos de sus primeros libros, "La mirada" y "En el verano cada palabra respira en el verano", su intensidad, la luz del trópico, la pasión del trópico que irradiaban sus poemas, algunas de cuyas imágenes me recordaban los cuadros de Armando Reverón, y esa constante reflexión sobre la escritura misma que atraviesa su Poesía. Corpus bifronte en el que una intensa luminosidad y pasión confluían con el desencanto, la profunda soledad, la incertidumbre, la pérdida. Este hecho no dejaba de sorprenderme. Pero ambas perspectivas fraguaban la voz del poeta.
Beatriz Alicia García
TELÉMACO
Había recorrido esta ciudad bajo otro cielo
Lo abrumaba la inocencia
Su rostro era lo desconocido
Respiraba en las calles un perfume insolente
El espejo detrás del deseo
El trato con la tristeza lo tornó rebelde
No vivía en el desamparo sino en la soledad
Todo viaje lo extraviaba
Ese sol que gira en las noches
Quién ardía detrás de su fuego
Ningún rostro ningún nombre
Sólo el origen el lenguaje de la muerte
Así vio quemarse todos sus sueños
"Padre, estas cenizas"
Guillermo Sucre
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