En la poesía venezolana contemporánea hay una marcada tendencia a la subjetividad, a la exploración del yo, el mundo íntimo. Es menos frecuente encontrarnos autores cuyos referentes convoquen mundos imaginarios, donde el lenguaje y imagen misma sean los pivotes. He releído en días recientes el libro Corderos, de Ruth Vidaurre, el cual me remite a esa experiencia, la creación de un universo poético partiendo de una imagen y de las connotaciones simbólicas que esta imagen configura. Nos reencuentra con referentes ancestrales y clásicos de la Poesía, pero también nos remite a la imagen religiosa bíblica del pastor de rebaños, el guía espiritual, tan necesaria en estos días. Corderos fue editado por la editorial La Diosa Blanca, en Caracas, en el año 2000. Este libro es de esos raros tesoros que no encontramos en antologías, por eso comparto aquí varios de sus textos, su extraordinario lenguaje, la belleza de sus imágenes, la hondura de su indagación, lo hace una lectura importante, que debe ser compartida:
Estos son los corderos
abiertos sobre la tierra
renacidos del mar cuando las olas
resucitaron el paso antiguo de los pastores
No será poco conocer
esa piel más honda que el olor de las cuencas
y la pena de todas las neblinas que tropiezan con los pájaros
Cuando las espaldas de aquel domador de mares
se inclinen con inquietud a la señal del cayado
y él imagine haber sido alguna vez
soñado por el temor de las gacelas
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La tierra llama a sus blancos pasos
necesita el peso de sus huellas
Con la gravidez del surco
La pisada que se hinca como siembra
en la misma tierra que yace desnuda bajo el designio de los
tiempos
o sostiene lo ardiente de las aguas
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Braman como el que renuncia a los regresos
ningún resquicio sostiene las pezuñas
mientras amparan el recuerdo de esa mano lenta
que apresa el aire y lo borda
sobre una cúpula lejana
semejante al color de aquellos ojos
que alguna vez contuvieron el amor
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Ir hacia la voz de los arroyos
seguir al que posee
en los cascos el aroma de los robles
para elevarlo sobre el origen de las cañadas
y cubrir como campana
el nacer del agua entre las piedras
¿Cuál tiempo mide la caída
de ese gesto alzado hasta la arcilla
del vientre de la piedra al cauce
o el de ese ángel que porta en su silencio
el llamado incesante de la sed?
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Ya nada los sujeta
la lluvia cae tan libre que recuerda el mar
ellos también inician el descenso
sin indagar sobre el polvo de la tierra
Una imagen ensarta los días
a las manos del pastor
él acoge su báculo
tendido levemente hacia lo lejos
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El sendero es el testamento de los peregrinos
ávidos de arar hasta la cumbre de su marcha blanca
El pastor bajo el orden del cayado
impulsa cada paso del sol
evita sus desplomes cuando penetra
en lo que se domeña
o contempla
penumbras, resolanas, humedades
hasta encontrarse de perfil sobre la noche:
esa inquietud de las esperas
su inconmovible fe de luz
bajo el pudor de las hojas que se abaten
cuando el ave reposa
como desprendida de sus alas *
Ruth Vidaurre
* En cursiva en el original
Ruth Vidaurre. Médico psiquiatra, con formación psicoanalítica, nacida en Caracas, realizó estudios musicales desde temprana edad, tomando como instrumento el piano clásico. Su libro Corderos obtuvo una mención especial en la Bienal Antonio Bonadies (1998-2000). Publicó también los libros de Poesía: Tapices, mención de honor en la Bienal José Pocaterra (1996-1998); Hambre, publicado en la Revista Nacional de Cultura No 326 (2003); Cantos de lo que nunca nació; Después del silencio. Falleció el 31 de diciembre de 2009.
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