Este poeta venezolano, nacido en Barinitas en 1883, fallecido en Madrid en 1934, no es quizá tan conocido como su primo Alberto Arvelo Torrealba, pero su obra poética también merece nuestra atención. Llegó muy joven a Caracas, a los 12 años, para estudiar el bachillerato, donde posteriormente inició también estudios universitarios. Se dio a conocer como escritor a través de artículos periodísticos que publicó en su juventud en diversos medios caraqueños. Fundó las revistas Hoy sábado y el rotativo El otro. Con el escritor Jesús Semprum, fundó en 1911, Sagitario, una de las más importantes revistas culturales de la época. Como muchos jóvenes de su tiempo tuvo inquietudes viajeras, recorriendo a los diecinueve años la Amazonía, retornando luego a Barinitas, donde reside algunos años, para emprender un nuevo viaje por los Andes, para finalmente establecerse en Caracas, donde, junto a sus actividades periodísticas, se une a la juventud que se enfrenta a Juan Vicente Gómez, terminando en las cárceles gomecistas, donde escribe poemas, que son publicados clandestinamente, bajo el seudónimo E. Lenlut (El enlutado). Es condenado al destierro. En 1921 viaja por diversos lugares de América y Europa, estableciéndose finalmente en Madrid, donde muere en 1934. Publica pocos libros en vida: Enjambre de rimas (Ciudad Bolívar, 1906); Sones y canciones (Caracas, 1909); un libro recopilatorio La encrucijada. Secuencias de otro evangelio. Salmo a los brazos de Carmen (Caracas, 1922) y 6 de agosto (Caracas, 1924). En 1949 se publica una antología de su obra Sones y canciones y otros poemas. Su obra, a diferencia de la de su hermana, Enriqueta Arvelo Larriva, no es un canto al paisaje natal, tiene una mayor influencia de la estética modernista, está mucho más marcada por la expresión de la subjetividad.
Dos poemas de ALFREDO ARVELO LARRIVA
PLENITUD
Hoy cumplo treinta años de mi vida,
y doblo de la vida el Cabo de Hornos.
Y la ruta sin altos ni retornos
hacia el futuro va desconocida.
Atrás quedó mi juventud, ¿perdida?
Yo la maté: lo digo sin adornos.
Yo la maté: lo digo sin bochornos.
Así mata un amante a su querida.
Pero no la perdí. Transfigurada,
ella fué mi sostén en la jornada
de tres mil días por la Selva Obscura.
Ella me dió la paz que reverencio,
flor de la soledad y el silencio.
Y soy un buen doctor en amargura.
MIRANDOTE LOS OJOS
Mirándote los ojos te miro toda entera.
Toda entera deslumbras en su magia sombría.
así en un solo pájaro toda la melodía
y en una rosa única toda la primavera.
Ojos negros y próceros de claridad procera
que a tu beldad son dúplice blasón de señoría.
Sabios en luz y sombra, no saben todavía
que por ellos mi trágica desesperanza espera.
Y me forjo, mirándolos, el despotismo doble
de dos hermanos príncipes que con su brillo noble
subyugan un imperio presa de torvos males.
Porque mi alma sufre, tenebrosa de tedio,
con la fe melancólica del ansia sin remedio,
la tiranía fúlgida de tus ojos triunfales.
Alfredo Arvelo Larriva
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