Después de muchos meses sin computadora, de inquieta cotidianidad, por un contexto país muy rudo, intento retomarme, en lo que más profundamente soy, una poeta. vuelvo a escribir, a leer. Así que comparto estos versos de José Kozer, poeta judío, de origen cubano, con muchos años de residencia en New York.
Di, di tú: para qué tantos amaneceres.
Qué años es, era.
Te previne: podría aparecer una pera de agua en el
albaricoquero cargado de frutos, hacerse
escarlata
la savia del rosal; sonreías. Y ahora reímos, rompemos
a reír a carcajadas, blusón
de lino, faja
sepia, con un emblema geométrico, también te previne:
y ves, un arpa en el peral del patio, ¿arpa? Tres años
que no llueve
y debajo del albaricoquero hiede a humedad: a gusaneras
fortísimas que devoran cuanto cae, devorarían
la propia lluvia
si cayera. Si
cayera, recordaríamos aquel tren de vida metódico
que tanto nos gustaba: mojar
las galletas
de anís en el café retinto (yo te enseñé a decir, café
retinto y carretero; sonreías): mojar
Qué seres
tranquilos. Y
toda tu admiración volcada en aquella frase que nos
resumía: "es que sabemos administrarnos bien".
No digas
que no
te previne, había tantas señales: el varaseto que apareció
roto inesplicablemente el peldaño que faltó
de pronto
a la escalera de coger frutos ¿del peral, del albaricoquero?
Cómo: yo lo supe, yo lo supe. Mira,
dormías
aún y me quedé de pronto (tan temprano) en la arista
en altas celosías en la revuelta de un arco hacia
arriba, quizás
aún dormitas: dos lustros, o dos décadas, ¿pasaron?
Qué hubo. Qué
del segundo
movimiento andante sostenuto , ¿recuerdas que por
aquella época descubrimos los poemas del
amado Sugawara No Michizane, amantísima?
Amantísima, del arpa
desciendas, de
los instrumentos de cuerda desciendan tus dedos
numerosísimos que me toquen el hombro,
que me prevengan: la mesa, está servida.
El plato de cerámica
granadina
con las galletas de anís y frente por frente los dos tazones
de café tinto. Servida
la mesa
e imitábamos como si hubiera un mayordomo yo fui
tu mayordomo y mayordoma ("la mesa está
servida, Señora"), ¿te acuerdas? Qué miedo
le cogimos al plato cómo pudo resbalársete de la mano
el palto el número siete la luz crecer de la luna
al entrar por el enrejado de la ventana, irisar,
bajo
la campana de cristal las flores del albaricoquero las
flores del peral, flor de tul flor de cera toda
esta habitación esta mesa
servida.
José Kozer (De La garza sin sombras, 1985)
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