domingo, 17 de marzo de 2019

Fe de errantes 17 poetas del mundo



            Ante la realidad, francamente voraz, que estamos viviendo en Venezuela, acudí a mi biblioteca en búsqueda de sosiego y me dirigí a los estantes de Poesía. Entonces, encontré este hermoso libro,  Fe de errantes 17 poetas del mundo, que conjuga poemas e imágenes visuales, las dos cosas que más me han acompañado siempre, las dos cosas que más he amado siempre, porque son las dos cosas que me han dado más profunda alegría, más profundo sosiego. Este libro, publicado por Otero Ediciones en 2006, fue compilado por Edda Armas y Lihie Talmor y la edición estuvo a cargo de Roberto Martínez Bachrich. Las imágenes que lo ilustran son grabados de Lihie Talmor, una de las compiladoras, y Juan Manuel de la Rosa.

Desde muy pequeña me amisté con las imágenes, a través de los álbumes de fotografías que papá fue tomando durante más de seis décadas. Fotos de nuestra familia, pero fotos también de sus amigos, de procesiones religiosas, paisajes, fotos de la ciudad. Allí había también, fotos de mis antepasados, fotos de los abuelos y tíos abuelos, que no conocí, porque ya habían muerto cuando nací, fotos incluso de la bisabuela paterna, Avelina. Pasé tardes enteras viendo lugares y rostros en Caracas, en Suiza, en París, en New York, lugares donde papá vivió a lo largo de su vida. Luego, cuando crecí, empezó a gustarme ver pinturas, grabados, ilustraciones. La Poesía llegó mucho después, porque no había lectores de Poesía en mi casa. Empecé a leer y escribir poemas ya adulta, cuando inicié mis estudios de Letras en la Universidad Central de Venezuela, en los años ochenta, tenía ya casi veinte años. Pero la Poesía llegó para quedarse.

Como 17 son muchos poetas para compartirlos todos con los posibles lectores de este blog, he hecho una selección de algunos de los textos leídos, aquellos que han hecho mayor resonancia en mí. Según nos explican las compiladoras, el criterio de selección hace referencia a un doble significado, a aquella persona que no tiene ancla, que va de un lugar a otro, un sinónimo podría ser nómada; pero también hace referencia a aquella persona que yerra, que se equivoca, esa acto tan humano, que pueden cometer las personas errantes y las no errantes también, por supuesto. Agradezco a sus compiladoras el haber descubierto algunos poetas cuya obra me era desconocida, particularmente los hebreos, pueblo cuyas expresiones culturales ignoro casi en su totalidad, pueblo marcado precisamente por la errancia.

Beatriz Alicia García
marzo 16, 2019


sobre todo llueve
y me importa

esto es bueno ahora
cuando todo
mi ser está turbio como la noche

me da tristeza y es bastante

pensar me trae recuerdos
y me importa que llueva
y olvide un poco

es necesario dejar de uno un tanto
quedar así
a solas
y que ellos se vayan

es importante que llueva
que llueva
y se llene
de agua todo el patio.

Reynaldo Pérez Só
Para morirnos de otro sueño, 1971.


FLORES DE CACTUS

a Pancho Vives, in memoriam

Hojas de papel en trozos cuadrados,
colillas de Camel en el pasto verde de abril,
pedazos de vidrio como collares de dioses
desaparecidos hace siglos y algo vulgares,
un carrete de máquina de escribir sucio, exangüe,
contra la superficie de lava petrificada y basalto.
Por aquí pasó el hombre: una pelota de fútbol
marchita hace meses compite, carmesí deslavado,
con el color de la sombra del árbol.
Pegados a la naturaleza rala,
puentes de significado voluble
entre ocio y desierto,
entre desecho y función,
arqueológicos y no odiables,
en fragmentos los objetos conquistan
la perpetuidad que los hombres no tienen:
la presencia del adolescente que pasa
del amante que busca un refugio,
del filósofo absorto en Lacan
es efímera a pesar de los gritos cambiados,
de la lágrima o del concepto vertidos,
en aquel lugar, allí,
donde la roca está circundada de hiedra
y un prado de cuatro metros de lado
vive bajo un encino aromático.
Ven, abandona el paseo mecánico
e inventa conmigo una nueva excursión.
Tal vez encontremos un cactus
que con las primeras aguas bebió
la savia, la memoria del mundo,
cuyas espátulas guarden el calor de esta tarde,
cuyas espinas lo hagan irredento
a la curiosidad, al acecho del tacto,
cuyas flores, satines en la aspereza,
hablen de ellas y de ti y de mí
sus compañeros inarqueológicos,
no residuales,
materia a camino del polvo,
imperceptibles después
de nuestra breve explosión.

Horacio Costa
Cuadragésimo, 1996.



Aquí golpeaba airadamente el padre sobre la mesa
causando un temblor de cristales, una zozobra en la sopa,
volcaba el jarro de su autoridad aprendida, de sus miedos,
de su ternura incapaz de balbuceos.
Adelantaba su dedo acusador y el silencio
era como una puerta obstinada que defendía a los niños del llanto.
Aquí sólo hay ahora una mesa de cedro, unos taburetes,
un modesto frutero que alguien hizo
con doméstico afán.
¿Dónde los niños,
dónde el padre y la madre arrulladora?
La tarde esplendorosa asoma añil y roja detrás de los vitrales.
Y pareciera que tanta paz, tanto silencio pesaroso
fuera el golpe de Dios sobre la mesa.

Piedad Bonnet
El hilo de los días, 1995.


ALTO DEL PEREGRINO

¿Qué tierra es ésta
en que los ciegos, en negra caravana,
erráticos, tanteando, a tropezones,
caminan entre escombros, sobre lápidas?

Es mi tierra, señor, y aquí hay días tan claros
como la frente de un niño que sueña.

¿Qué islas son éstas, pues, en que de noche
navegan por los aires los fantasmas
y se oye el lloriqueo de las viudas,
y las campanas
tocan a duelo en todas las iglesias?

Aquí nací, señor, y aquí me ha amado
con su cuerpo de sol una muchacha.

¿Qué patria es ésta
en que bajan los ríos cargados de ahogados
como barcos que ondean la enseña de la peste?

¿Por qué en sus hospitales, en sus patios,
en la leve veleta, en los altares,
hay cuervos y milanos y cernícalos?

Tengo una casa aquí y en cada cosa
hay palabras y sueños enredados.

¿Qué tierra es ésta que al pisar callamos?
¿Qué dioses vengativos hacen llover sobre sus gentes fuego?

Hace ya tiempo partieron los dioses.
Quizá, señor, no han existido nunca.

¿Qué sitio es, pues,
que no te atreves a decir su nombre?

Es mi sitio, señor, y esta es mi suerte.

Piedad Bonnet
Nadie en casa, 1994


VIENA (EN EL CAFÉ MUSEUM)

a mi hermana Ana

I
¿Se puede penetrar en el espacio de la memoria?
La estancia tiene forma de pentagrama, los muros oscuros
y anchos y unos cuantos libros en las esquinas.
Pudieran servirnos un café turco, en toda su gloria,
para contrarrestar la fría lluvia de primavera.
Si logramos traspasar la doble puerta
nos haremos fuertes frente a lo extraño. Por no escuchar
el reclamo de la caverna escondo un Jacinto azul entre la ropa.

II
Hallamos en sus muros desconchados
un juego zodiacal para protegernos del hado,
al abrigo de la luz, al amparo de las miradas.
Los animales del cielo nos señalan desde sus asientos
y no podemos escapar de sus bramidos,
la fuerza del espíritu clama por el advenimiento
de lo oculto, el grito de Sardanápalo ya asesinado.
Los signos se repiten en la dureza de la piedra.

III
La disciplina gobierna nuestras vidas,
no podemos dejar de andar por las constelaciones
para atajar la suerte en el sueño de los antepasados.
Hasta el punto marcado, hasta el espacio acotado,
todo es reflejo de las aguas superiores, del movimiento
de la batuta sobre la línea negra.
El castillo de Bartók es sólo el punto de partida,
luz y dolor para reconocernos en el jardín cifrado.

Rodolfo Häsler
Mariposa y caballo (Libro de viajes), 2002.

LUNARIA, BARCELONA

Un hombre pasa y come manzanas, hojas de laurel,
pasteles de almendras verdes que son un modo
de estar, un índice de premoniciones donde la
verdad tiene siempre lirismo agudo, dulce ebriedad.
Llegaste a conocer la soledad siendo todavía un
muchacho. Perseguido por ella no eres hijo del
 tiempo ni del reloj. Por comodidad rechazas la
agresión, la hostilidad, por eso, al morir la
tarde que arrastra en ella la mitología del
espejo, el viaje escandaloso a la casa del planeta
de luz, todos los reflejos de la ciudad coinciden
en tu vaso de té. Tienes el atrevimiento de vivir
en la hoja del puñal. ¿Qué puedo hacer yo ya, un
pobre santiaguero?

Rodolfo Häsler
inédito

DESDE LA BAHÍA

La bruma fresca
cubre a medias
esta ciudad
que apenas entreveo.
La luz, trinchera conocida
calma la soledad,
saberse aquí,
a un lado de la carretera,
en esta noche amplia.
¿Qué calles, qué siluetas,
qué recóndita esquina
esperan tras la niebla
mis pasos inseguros?
Imán (o vértigo),
la ciudad me convida
a perderme
entre su multiplicación
de voces y de espacios
y algún puente
-ahora desde lejos puedo verlo-
será la imagen
de un sueño repetido.
Me adentro imaginariamente
en la ciudad
y ella se adentra en otras calles
que de algún modo llevo dentro
en algún lado.
Y sin embargo estoy aquí,
todavía del otro lado del mar,
mirando esta ciudad celeste.
Estoy del otro lado del espejo,
y a través del espejo
me aproxima.

Carmen Villoro
El tiempo alguna vez, 2004.

Hasta aquí este abre bocas, esta breve selección de  Fe de errantes 17 poetas del mundo











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