martes, 18 de junio de 2019

Poemas de Oriette D’ Angelo


            


            Recientemente, el pasado 12 de junio, estuvo de cumpleaños la joven poeta y editora venezolana Oriette D’ Angelo (Caracas, 1990). Es egresada como Abogado por la Universidad Católica Andrés Bello. Participó en talleres de Escritura y Poesía en el Instituto de Creatividad y Comunicación (Icrea). Editora y fundadora de la plataforma literaria digopalabratxt y del proyecto de investigación y difusión #PoetasVenezolanas. Autora del poemario Cardiopatías (Monte Ávila Editores, 2016), del cual compartiré algunos textos, como afectuoso homenaje a la autora, quien actualmente vive en Chicago, donde cursó master en Comunicaciones Digitales en DePaul University Chicago. En la actualidad cursa el MFA de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa. En Diciembre de 2016 publicó la antología de jóvenes poetas venezolanos Amanecimos sobre la palabra, editada por Team Poetero Ediciones.

Su palabra poética, muy acorde a estos tiempos que vivimos, es contundente, afilada, pero no deja de entregarnos algo muy humano, una naturaleza golpeada pero que resiste, que se sobrepone, que lucha contra los avatares, que no se queja, no se rinde. Es además, una voz mujer, donde se expresa el sentir en su doble  significado, en tanto sensación, percepción física y en tanto sentimiento. Mas no sentimentalismo. En sus versos la voz lírica toma la distancia necesaria para no caer en la confesión intempestiva, en el sollozo. Esta voz es así también, una voz indudablemente urbana, citadina, no necesita decirlo explícitamente, ella crea su contexto urbanita a través del tono, de los referentes a los que alude.

[Sala de emergencia]

Hemos recorrido más que el asfalto. Dejamos pasar avisos de tránsito que nos advertían del posible desastre. Nos convertimos en un accidente que dejó estragos. Explosión de guerra avisada. Te conocí cometiendo el delito de lanzar una bomba directo al miocardio. No medí los frenos, me automediqué y me provoqué una sobredosis. [no entiendo cómo se desintoxica una herida queriendo a alguien roto.] Aquí estamos, en el eco del olvido, en la catástrofe del metrónomo. Tenemos la cronología completa de los accidentes y el país nos ayuda a reinventar la historia. Pasamos las venas como pasamos las páginas, pero no olvidamos. He cometido el error de quererme poco y dejar que otros se den cuenta. Sin embargo, vuelvo sin venganza al accidente que fuiste y lo convierto en un vendaje para no mostrar el hueso. Coloco mi herida en la candela. Me revuelco en la miseria que dejaste. Y la muestro.

A los hombres no les gustan las mujeres rotas

Nadie sabe que maltrata
hasta que rompe un hueso
           y aun así
los morados de la piel no saben de perdones
las heridas disecadas sólo cuentan una historia

Todo cuerpo supura infiernos
todo cuerpo admite queja
admite exilio

Nadie sabe que maltrata
  hasta que asesina

Nadie sabe que tiene fuerza
hasta que aprieta una garganta
luego abandona
sale corriendo
echa culpas
justifica puños
y huele a sangre
Todo cuerpo odia el desgarro
toda ausencia es un primer auxilio
Nadie sabe que es poco hombre
hasta que toca una mujer
                       para romperla

Quince minutos para ser póstumo

                                                                       a Yani

Ciudad de accidentes cardiovasculares. Avenidas como venas rotas de tanta grasa. Ciudad de misiles en dos ruedas. Ciudad de Yani Conte asesinado. Sueño incompleto sin poder dormir. Dicen los cuchillos que un hombre es un delito común, que un asesinato impune es prontuario negligente. ¿Han visto alguna vez una mancha de sangre en el concreto? Se asemeja a una mancha de aceite, pero más espesa, más humilde que el petróleo, más sincera. Todo lo de Yani se quedó póstumo, y en lo póstumo, él no deja de cantar. Los cuchillos dicen lo que la ciudad calla y aun así hablan más de la cuenta. Salgo a la calle y veo un asesino en cada hombre. Una puñalada/dos puñaladas/seis puñaladas. No hay número exacto en las variables del duelo. El cuerpo roto hace entender la cobardía del ataque: la raja inexacta del asesino inexperto. El lugar de la coincidencia: la Caracas extraviada. Tres y cincuenta y cinco. Cuatro y diez de la mañana. Quince minutos para ser póstumo. La otra parte de la historia está borrada por la huida.

Cobardía se escribe con [C] de Caracas. Una mano asesina es una huella adulterada, un ADN intervenido. Quince minutos y Yani Conte no dice. Sólo queda una ciudad para tragar en seco y recordar.

Crecer era aquello


Me dijeron que no

que no podía crecer así

siendo la muchacha mala de la historia

la que de ventana escogió mar

           no juguete

tierra

          y no pantalla

Me dijeron que crecer era «aquello»

no «esto»

que no

que no podía escoger querer vivir

con madre y tormenta

Tenía que escoger el paraíso

siempre así

                     superficial

desde la seguridad de los balcones

Me dicen que no

que no tenía por qué ver cómo hacían de madre

muñeca de trapo

Tenía que crecer lejos

desde la seguridad de la memoria

siempre así

siempre desde lo correcto

mirando hacia el piso así

siempre buena

triste.



No hay comentarios: