jueves, 4 de junio de 2020

“SAN BAUDELAIRE” ELÍ GALINDO EL POETA DEL COSMOS

                                                                     Elí Galindo





Elí Galindo (San Sebastián de los Reyes, 1947-Caracas, 2006) perteneció a la “Pandilla de Lautremont”, un grupo de poetas venezolanos que a finales de los sesenta y comienzos de la década del setenta del siglo XX, comenzó a reunirse en los bares de Sabana Grande, que era entonces epicentro de la vida cultural y bohemia de Caracas. También formaron parte del grupo Caupolicán Ovalles, el “Chino” Víctor Valera Mora, Luis Camilo Guevara, William Osuna y Luis Sutherland. Durante más de veinte años Galindo fue docente en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Allí lo conocí, a comienzos de la década de los ochenta, cuando yo era una joven estudiante que escribía sus primeros versos y el coordinaba un taller de Poesía, el primer taller en el que participé. Fui afortunada, porque el poeta era cordialísimo y trataba con sumo respeto esos primeros versos que llevábamos con tanto temor al aula. Sé que muchos otros coordinadores de taller no eran tan gentiles con sus pupilos. En ese entonces, además de dar clases en la Escuela de Letras, él trabajaba  con el poeta Vicente Gerbasi en la Revista Nacional de Cultura. Tengo un grato recuerdo de aquellos días y de aquel poeta que había nacido en el mismo pueblo que mamá y el poeta Miguel Ramón Utrera, a quien conocí poco tiempo después. Por esos años recibió el Premio Internacional de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo (UC, 1985), y el Premio Conac de Poesía Francisco Lazo Martí (1987).

El libro de poemas que releo, San Baudelaire reúne los libros Los viajes del barco fantasma (UCV, 1974), que mereció el Premio Universidad Central de Venezuela mención Poesía (1975), Ruido de las esferas (Monte Ávila Editores, 1986), ganador del Premio Municipal de Literatura del Concejo Municipal del Distrito Federal (1985), y el poemario inédito Las estrellas fugaces me ponen ebrio, que recibió el premio Casa de la Cultura del Estado Aragua (1971). Además recibió el Premio Municipal de Literatura “Manuel Díaz Rodríguez” del Concejo Municipal del Distrito Sucre (1974). A su obra inédita pertenecen los libros Metamorfosis, Elegías y Convidado de tierra. En sus textos poéticos, como en el Universo, se unen el cosmos infinito con la tierra y los árboles, y siempre con una visión, unas imágenes donde el alma está presente, el sentimiento arropa lo que ve con reverencia y también con una cierta melancolía. Todo se entrelaza en ese mirar que se hace imagen. En sus metáforas limpias confluyen el mirar, lo mirado y un imaginario que brota a partir de ese mirar donde el agua se reitera, el mar, el río,  el navegar por ese viaje que es la vida. Hay en su obra personajes del imaginario clásico antiguo Carón, Aqueronte, Orfeo, el Leteo, Ícaro. Y así mismo encontramos en sus versos algo del imaginario romántico y surrealista, la noche, el sueño, la luna son referentes de algunos de sus versos. Pero el privilegio es siempre el paisaje, la naturaleza, los pájaros, que reaparecen en sus versos como espejos del alma, como memoria de su infancia de Provincia entre árboles, pájaros, un río, que llevó consigo siempre.



Como una piedra

Los frutos verdes me traen el cielo

los días de sol
cuelgo mi rostro y me doy por entero al campo

de los valles guardo las cosas lejanas

borro las montañas y caigo como una piedra detrás de los relámpagos

nace en mis manos un bosque blanco de robles hacia las rejas del
                                                                                                                     [cielo

fluye el azul y va el rojo en las cenizas como una flor
regreso en los ojos de un zorro amarillo que surge de la hierba

(De Las estrellas fugaces me ponen ebrio, 1971)

El mar en torno

Detrás del oleaje se esconden las colinas

La piel de las barcas tiembla sobre las duras costillas del agua
el oleaje es un grano de polvo
y desafía hasta romper

Hace quinientos años el sol se derriba en nuestros barcos
                                                                                 [como un árbol
y los hombres van al corazón de las maderas
a su humedad

Alejados del sueño
un golpazo de lluvia no baja a nuestras lenguas
una rama de espuma no asoma a nuestros labios

El sol ha sido el más fiel acompañante

(De Las estrellas fugaces me ponen ebrio, 1971)


Llevamos en nosotros el río

Llevamos en nosotros el río
sus pájaros
el oleaje que avanza y regresa entre los frutos silvestres
sus cabelleras verdes
resbalando

las palmeras van a la tierra joven de mis ojos
el aire las mueve
y llega en capas de polvo a la corriente que fluye
                                                       [desgastando soles
peces
bajo ráfagas
ruido de flores sobre la arena
caracoles
que es traer laberintos

Llevamos en nosotros el río
el mar en torno
qué tristeza
las ondas con sus ojos de perro

(De Las estrellas fugaces me ponen ebrio, 1971)

San Baudelaire

San Baudelaire, patrón mío,
tú sabes que tengo en una lavativa
de lino, malva y almidón,
empapada el alma de Molière

Si no eres un animal
sácame de esta tienda
y te nombro gran almirante
de mi flota del Atlántico
(Texto de un loco. Citado por Vicente Huidobro)


Afuera llueve Baudelaire
y la lluvia entra en los vidrios de la noche
Me retiro al sitio donde vivo
cierro las ventanas
entro de pie al sueño
Dejo vagar mis rasgos sobre las yerbas cortas
Un perro negro lame mis cabellos
Me acerco a los ríos
donde los peces sacan la boca del agua
y beben de la luna
Rozo las aguas con mi mano derecha
y la llevo a los ojos
desciende color a las siluetas que circundan dentro de mí
llenas de humedad
de tierra confusa

Regreso hondo

Caigo aún más en la noche

San Baudelaire extiende sus pardas alas
y me cubre el viento cargado de lluvia
y me veo cruzar las colinas
en su compañía
los dos cubiertos por capas negras
él hablando del infierno
y yo silencioso
tropezando con las rocas.

(De Los viajes del barco fantasma, 1974)

Orfeo II

Eurídice
como la luz
eres la parte más blanda del fuego

Pájaro
Pájaro
dime bajo qué roca fluye
qué hojas cierran el cielo a sus ojos
qué noche ha dejado sobre ella sus plumas

Oh en algún lugar
vuelta hacia los blancos que cruzan
rasgando las raíces de un árbol viejo
estás Eurídice
elevando mi soledad
inclinando mi frente a la tierra fría

Nada quiero de este espacio
de estos paisajes
cuyas puertas selladas
me hacen vagar de un lugar a otro

(De Los viajes del barco fantasma, 1974)

Mi casa me busca

Mi casa me busca
me husmea
a todas partes me sigue

Aunque me encuentre en lo más desolado
ella está conmigo

De las calles me recoge
en los malos sitios me azota
jamás me abandona

Ni en los peores momentos
de nada me priva
Ante su patio me coloca

Bajo la sombra de sus hermosas hojas
me da techo
Es capaz de ofrecerme su propio alimento
de todo me cobija

Cuando me sabe solo
junta su rostro al mío
y aullamos como lobos al viento

Delante de vosotros no estoy
sombra del que fui
me lleva en su niebla

(De El ruido de las esferas, 1986)

Ante la ausencia de la amada

Cuatro veces ha unido sus cuernos la luna
y mis ojos
vuelven una vez más
a la silenciosa bóveda

Retirados al espacio
que nada visible apoya
y donde corre lo celeste
los arbustos moviendo ligeramente el cuerpo
miran como yo
el cielo cribado

Qué se hizo la red de oro
que de manos del sol toma la luna
a esta hora

Tanta soledad cuelan los astros
sobre este planeta que rueda hacia lo interminable
que me pregunto
y mi corazón hacia dónde dirige sus ruedas

Calla el rocío de los astros
Paso acariciando los colgantes helechos
fuera de mí los cabellos
salen desordenados de mi cabeza

Cuatro veces ha unido sus cuernos la luna
y el rosal desde que no siente sus ojos
no florece
Esperando como yo
oyen por largo tiempo el silencio que impulsa la bóveda

(De El ruido de las esferas, 1986)



Beatriz Alicia García





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