viernes, 23 de marzo de 2007

Sobre "Cóncavo" y "a ras del vidrio" de Belkys Arredondo

Para algunas personas mirarse es un riesgo, pero también una necesidad. Mirarse hondamente, desde su intemperie. Mirarse auscultando el latido que nos hace vivos, y a veces frágiles. Tengo entre mis manos “Cóncavo” (Madrid: Ediciones Torremozas, 2005) y “a ras del vidrio” (Caracas: Bid & co, 2006). Son los más recientes libros de poesía publicados de Belkys Arredondo Olivo. Intento darle palabras a una hondísima experiencia como lectora y el silencio que me atenaza da cuenta de los territorios en los que me he sumergido: los laberintos del alma. Al mismo tiempo estos poemas tienen corporeidad, dan cuenta de una mirada, una manera de mirar, y de unos sentidos que escancian el afuera haciéndolo una experiencia interior. Hay en estos poemas colores, texturas, sonidos, percepciones de la piel, temperaturas. Adentro y afuera no son aquí categorías estancas, separadas, se nutren, se enriquecen mutuamente. La autora va de una frontera a otra, piel adentro, piel afuera, indaga en la experiencia de la muerte, su huella en el alma, o se adentra en las incertidumbres de la vida. Va hacia atrás, hacia los territorios de la memoria, hacia la vida familiar, los padres, los (as) hermanos (as), los andamios de la casa, la que la protege de la intemperie; pero también busca asir el ahora, el viaje, lo que sólo el aquí nos permite aprehender, las sensaciones, lo que el ojo efectivamente ve. Ese aquí predomina en “a ras del vidrio”. De lo dejado atrás pasamos al presente, al vivir propiamente, las compuertas del alma dan paso al afuera, al cuerpo y sus sensaciones, del sentir interno pasamos al sentir del cuerpo. Pero siempre desde adentro, desde la subjetividad, desde el diálogo con el ser. El lenguaje delimita las fronteras pero así mismo las desdibuja, las entrelaza. Hay atisbos de ciudad (como en otros de sus libros anteriores), hay carreteras, y otros no lugares (aeropuertos, estaciones de tren, una parada de autobús), hay roces de piel, encuentros, desencuentros. En estos libros la poeta ha ahondado su registro, su voz se va haciendo más precisa, su tono es más comedido, ha ganado madurez.

Beatriz Alicia García, 17 de marzo de 2007


Selección de textos:

Ahora, la angustia es una escalera con manos que se mueven y oídos que preguntan, tiene una cesta para el diezmo, canales sin postergación para llegar al logro, hermanas que se cuelgan, habitantes de febrero con cofia y trajes blancos en un aire de alcohol, en ella hay una larga noche y cortos días

con una gota que cae, cae, cae

(De Cóncavo)

Trasvaso imágenes. Una mujer vestida de sirena otea el horizonte. La cámara busca el ángulo que la atrapará. Quieren guardar la memoria, fijar el tiempo en blanco y negro. No olvidar la arena ni el rugido del mar.

Guardar el eco de los pájaros antes de las cenizas.

(De Cóncavo)

La casa no se ha ido, deja un rastro de luz.

La casa oscurece mientras se hunde.

La oculta la grava mojada.

(De Cóncavo)

Ahora mi casa está sola
no hay encajes para tener a la madre y vengan los
hijos

estos días callados
componen sus cuellos blancos, sacuden polvo y
botan lo sobrante para que haya espacio, en estos
días las hijas estrenan la cúpula celeste y el límite
del mundo.

ellas,
se han quedado con los perfiles sobados para el
sueño, las pericias del modelar, las que aprendieron
en cada primer paso debajo de sus ojos.
(De Cóncavo)

Al acercarme en son de cobijo a mis poemas
ellos se golpean en la jaula

¿aprenderán la atención
de estos cuerpos que somos?

pequeños aletean perseguidos
por lo que vivieron una vez

he pensado en soltarlos

me detiene el que en la urbe
en libre albedrío mueran

(De a ras del vidrio)

Querer despertar con palabras
el perfil rosado

el muro permanente
prueba de milenios

pero no muevo los brazos
ni mi cuerpo

algo me ata y no existe

(De a ras del vidrio)

Se perciben las pertenencias
acomodadas en el tiempo

sólo tengo
el límite del cuerpo
que pregunta

(De a ras del vidrio)

Entre vallas vacías y smog
sorprendiéndonos en un pequeño claro
una palabra transparenta
la rama de tu cuerpo
multiplicada en otras
ahuecando entre vendajes nidos

(De a ras del vidrio)

Mientras transitas la noche
el piélago de la mirada
abona el silencio
la boca quieta asienta lo vivido

palabras vendrán
una dirá amo
otra duele
y aquella callará por nombrar

de lo olvidado
suavemente
quitas el polvo

(De a ras del vidrio)

Igual que el ave ceniza
no sabes
adónde te llevarán las alas

cada pluma engastada
dará la gracia en el nivel del vuelo
temes la caída libre
subir de abajo

y detienes el rostro en el adiós

(De a ras del vidrio)

atardece
caen las sombras de los hombres
una tras otra

el perfil de la ciudad
es una mano que pide al infinito

y las lágrimas no corren
no sirven para paliar
a quien se devora a sí mismo

(De a ras del vidrio)

Salgo al viento
ahora mis riendas en otras manos
el rumbo elegido
y la incertidumbre del viaje

por el halo de su piel
por la tranquilidad de unos ojos
viene el corazón de mi padre
donde germinan diminutas flores

de sencillez de plata martillada

(De a ras del vidrio)

Las carreteras son paradas de trenes
andamios veloces en donde no nos movemos

en una velocidad estática
detrás de transparencias amarillas
surgen silbidos que acompañan

deshago la manivela del vidrio
mientras barre
el viento no atina a llevarse tu cara

(De a ras del vidrio)

La canción aletea
y el compás empieza a habitarnos
gira y el espaldar enternece
empezamos a superponer imágenes
pegándolas al sueño
tijeras de aire usadas para un collage

dilucidamos
lo que nunca hay tiempo de dilucidar
palabra olvidada

(De a ras del vidrio)


Los terminales son otros aeropuertos
otras pistas de aterrizaje
suenan los rieles en velocidad tránsfuga
recordando lo vivido

avisos publicitarios,
puentes que no comprobamos a dónde llegan,
vida interminable realizando la conversión

de dónde venimos
a dónde vamos
por qué no estarás conmigo al final

(De a ras del vidrio)