miércoles, 9 de noviembre de 2016

Poema de Julio Miranda

Sabes que no hay exilio
cuando todo es exilio

Por qué dices entonces:
sería bueno tener un país?

porque sería bueno tener un país
cuando nada fuera exilio

Julio Miranda


Durante muchos años Julio Miranda ha sido uno de mis poetas de cabecera, esos poetas que vuelves a leer a través de los años y te acompañan, como te acompaña una oración o mantra. Este poema que comparto lo encontré por azar ordenando mis gavetas, pero en realidad quizá no sea nada azaroso que exprese el sentir de tantos venezolanos en los días que corren. La sensación de pérdida, de desconcierto, de no poder entender cómo perdimos un país y ya no nos reconocemos en él. Esta mañana al ver y escuchar el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, esa sensación, ese sentimiento se me hizo planetario. Vivo en un planeta cuyos procesos sociales y políticos no comprendo en absoluto, que raya en la demencia colectiva. Cuando escuché, ya al mediodía las palabras de Hilary Clinton, mientras comía un plato de pasta, no pude evitar que entre los bocados de pasta con pollo, resbalarán mis lágrimas de manera incontrolada, volví a mis quince o dieciseis años, cuando me sentía profundamente sola, profundamente incomprendida, aislada. No puedo entender el triunfo de un déspota, megalómano, racista, misógino, sin ninguna trayectoria política. La nación más poderosa del mundo prefirió escoger a este personaje por no votar a una mujer de honesta trayectoria, que tiene muchos años entregando su vida a una nación, que como la mayoría de las naciones del planeta, quiere un cambio. Una mujer presidente era un cambio. Un ser con las características de Donald Trump es una tragedia de proporción mundial, que muy probablemente lamentarán. Uno puede entender que después de 8 años de gobierno de partido demócrata se votara por un gobierno republicano, pero no puedo entender que la convención republicana, teniendo candidatos de trayectoria de excelente perfil, escogiera un personaje como Trump, no puedo entenderlo. Hoy me siento en un exilio que ya no es solo local, que tomó dimensiones planetarias, y en definitiva, no fue azar, que llegara a mis manos el poema de Julio Miranda. Lo comparto, entonces, como una suerte de botella lanzada al mar, desde mi exilio. 

Beatriz Alicia García

miércoles, 4 de mayo de 2016

Poema de Marina Tsvietáieva



Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!
Después de largo tiempo delatado.
Ya me es indiferente
dónde sentirme sola.

Caminar sobre piedras,
a casa con la cesta.
La casa que no es mía:
hospital o caserna.

Me da igual quien me mire
como a un león cautivo.
Cuál es el clan humano
que me ha expulsado -siempre-.

Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.
Dónde no poder convivir (¡ni lo intento!).
Dónde me humillarán -da lo mismo-.

No, mi lengua natal ya no engaña,
ni materna, me engaña su llamada.
Ya me es indiferente en qué lenguaje
no seré comprendida por el hombre.

(Lector, devorador de toneladas
de periódicos, adicto al cotilleo...)
Él es del siglo veinte;
yo: ¡fuera de los siglos!

Enhiesta como un tronco,
resto de la alameda.
Todo y todos iguales,
igual indiferencia.

Lo natal, lo pasado,
rasgos todos y marcas:
toda fecha borrada-
donde ha nacido el alma.

Mi tierra me ha perdido,
y el que investigue, astuto,
el ámbito de mi alma -¡mi alma toda!
no encontrará la traza.

Las casas son ajenas y los templos vacíos.
Me da lo mismo.
Mas si aparece un árbol
en el camino, un serbal...

3 de mayo de 1934


Marina Tsvietáieva 

lunes, 21 de marzo de 2016

Poemas de Blanca Baldó


                                                        Blanca Baldó en Orinoco, Nuevo Mundo de Diego Rísquez


Este blog, un tanto abandonado, regresa, no en balde, en el Día Internacional de la Poesía, con algunos textos de Blanca Baldó  (Caracas, 1952).  Actriz, productora y poeta venezolana. Participó en algunas películas del director venezolano Diego Rísquez, Orinoco, Nuevo Mundo; Amérika,  tierra incógnita. Ha publicado dos libros de Poesía: Adicta al miedo (Fundarte, 1991) y Teorema del caos (El Perro y La Rana, 2012), del cual comparto algunos textos. De Teorema del caos me gustó su telurismo, la manera en que la voz lírica vincula la naturaleza, las sensaciones y los sentimientos, la plenitud y el vacío, la narración y la poesía. Marca para mí, que con cierta frecuencia asisto a recitales poéticos, una diferencia respecto a lo que se escribe y se hace público en Caracas, mi ciudad. Estoy quizá algo saturada del intimismo, el yo de protagonista impúdico. La poesía de Blanca Baldó me vincula con lo trascendente:


El vacío.
La caída,
     estruendo sin sonido
     (Blanca de nubes de agua)
El país de Kanaima.

Entre dos montañas de selva tropical, la cascada de
agua blanca y dorada convertía en nubes su estruendosa caída.

Sugiere, grita, exige un sacrificio.
El paisaje de Kanaima se extendía a lo lejos,
por ríos y montañas.
Desde lo alto de la cascada, el observaba con las
piernas abiertas como un coloso.

A ratos me arrastraba para contrarrestar el llamado
mortal.

Los partes de guerra nos llegaban en forma de radionovela.

Se sentía el llamado de un Dios.

Kaeiteurfalls, Guyana, 1991

&&&

Años y años
pájaros y cascadas,
lágrimas que te vi en los ojos.

He visto quizá una mirada que no olvido.
Fue tu mirada de amor ante mi pequeñez...
mi duda.

Todo el mundo tiene el derecho de estar aquí.

Ya comencé mi camino hacia la selva,
mi selva primaria,
camino de luz.


&&&


Necesito 
un vientre,
un silencio,
una pausa.

Volver a nacer.


Caracas, 1993


&&&


Pero entonces el desorden.
Uno trata de poner orden y siempre hay un factor
impredecible.
Hablo del caos como el supremo orden.
El factor inesperado modifica todo lo planeado.
Se impone el libre albedrío de la naturaleza.
¿Quién ordena que dos gotas de agua se junten en
la caída de una catarata?



Blanca Baldó, Teorema del caos, 2012