domingo, 25 de marzo de 2018

Apego de lo nosotros (Poema de José Kozer)

 Después de muchos meses sin computadora, de inquieta cotidianidad, por un contexto país muy rudo, intento retomarme, en lo que más profundamente soy, una poeta. vuelvo a escribir, a leer. Así que comparto estos versos de José Kozer, poeta judío, de origen cubano, con muchos años de residencia en New York.



Di, di tú: para qué tantos amaneceres.

Qué años es, era.

Te previne: podría aparecer una pera de agua en el
albaricoquero cargado de frutos, hacerse

escarlata

la savia del rosal; sonreías. Y ahora reímos, rompemos
     a reír a carcajadas, blusón

de lino, faja

sepia, con un emblema geométrico, también te previne:
y ves, un arpa en el peral del patio, ¿arpa? Tres años

que no llueve

y debajo del albaricoquero hiede a humedad: a gusaneras
     fortísimas que devoran cuanto cae, devorarían
     la propia lluvia

si cayera. Si

cayera, recordaríamos aquel tren de vida metódico
    que tanto nos gustaba: mojar

las galletas

de anís en el café retinto (yo te enseñé a decir, café
     retinto y carretero; sonreías): mojar
     Qué seres

tranquilos. Y

toda tu admiración volcada en aquella frase que nos
     resumía: "es que sabemos administrarnos bien".
     No digas

que no

te previne, había tantas señales: el varaseto que apareció
     roto inesplicablemente el peldaño que faltó

de pronto

a la escalera de coger frutos ¿del peral, del albaricoquero?
     Cómo: yo lo supe, yo lo supe. Mira,
 
dormías
aún y me quedé de pronto (tan temprano) en la arista
      en altas celosías en la revuelta de un arco hacia

arriba, quizás

aún dormitas: dos lustros, o dos décadas, ¿pasaron?
       Qué hubo. Qué

del segundo

movimiento andante sostenuto , ¿recuerdas que por
       aquella época descubrimos los poemas del
       amado Sugawara No Michizane, amantísima?
       Amantísima, del arpa

desciendas, de

los instrumentos de cuerda desciendan tus dedos
       numerosísimos que me toquen el hombro,
       que me prevengan: la mesa, está servida.
       El plato de cerámica

granadina

con las galletas de anís y frente por frente los dos tazones
    de café tinto. Servida

la mesa

e imitábamos como si hubiera un mayordomo yo fui
     tu mayordomo y mayordoma ("la mesa está
     servida, Señora"), ¿te acuerdas? Qué miedo

le cogimos al plato cómo pudo resbalársete de la mano
    el palto el número siete la luz crecer de la luna
    al entrar por el enrejado de la ventana, irisar,

bajo

la campana de cristal las flores del albaricoquero las
     flores del peral, flor de tul flor de cera toda
     esta habitación esta mesa

servida.


José Kozer  (De La garza sin sombras, 1985)