martes, 19 de mayo de 2015

Poemas de Ana María Moix

         


             Buscando información sobre otra escritora española, Esther Tusquets, que fue amiga suya, di por azar con la poeta catalana Ana María Moix (Barcelona, 1947-2014). Hermana del también escritor Terenci Moix. La única mujer incluida en la famosa antología de poetas novísimos publicada por José María Castellet en 1968, Nueve novísimos poetas españoles. Perteneció entonces a una generación de ruptura, que se dio a conocer en los días del mayo francés, las rebeliones estudiantiles a lo largo y ancho del planeta, la guerra de Vietnam, el movimiento hippie. Generación española que nació y creció en la postguerra, es decir, en la doble postguerra, primero la guerra civil española entre 1936 y 1939, y terminada ésta, la Segunda Guerra Mundial entre 1939 y 1945.


                                     mayo francés (1968)


                Ana María Moix estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona.  Entre 1969 y 1973 tuvo una amplia actividad literaria pública. Editó tres poemarios Baladas del dulce Jim, Call me stone y No time for flowers; dos novelas Julia y Walter ¿Por qué te fuiste?; un libro de relatos Ese chico pelirrojo a quien veo cada día; un libro infantil La maravillosa colina de las edades primitivas; una recopilación de artículos Veinticuatro por veinticuatro y su primera traducción La Semana Santa de Louis Aragon. Luego dejó de publicar textos de ficción propios durante diez años, salvo el libro infantil Los robots. Las penas (1982). Luego de publicar A imagen y semejanza, una recopilación de los tres libros de poemas que había publicado hasta el momento, no volvió a publicar Poesía. Formó parte del equipo que publicaba la revista Vindicación feminista entre 1976 y 1979. Dirigió las colecciones de Poesía y relatos de las editoriales Plaza y Janés y Bruguera. entre 2006 y 2010 dirigió Bruguera. En 1997 firmó el documento del Foro de Babel, una iniciativa cívica de artistas e intelectuales catalanes en defensa del bilingüismo en Cataluña, en contra de la política nacionalista que había pretendido asentar la hegemonía del catalán en detrimento del castellano. Sus versos, que aquí comparto, además de su imaginario lírico, cuentan una historia, son textos híbridos, a caballo entre la narrativa y la poesía, que nos hablan de la década violenta en la que vivió su juventud, a través de personajes urbanos conmovedores que dibuja con amorosa voz. 


Baladas del dulce Jim (fragmentos)


Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: era Dios y estuve a punto de decírselo: Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no lo conociera.


*

Un pájaro azul y el horizonte lejos. El mar que regresaba despacio a mis espaldas, sin alcanzarme nunca. Recogeré las flores en la arena como si fuera la primera vez que sueño sobre la playa.


*

Las gaviotas volvieron al mediodía y bajo el sol nos asesinaron con razón: habíamos echado a perder la playa con tantos sueños.


*

Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no podíamos hacer otra cosa que vivir. Pero las ciudades estaban lejos y, como si una gran heladería hubiera caído a mis espaldas y me fuera imposible regresar, no puedo decir cuántos días tardé en averiguar que todas las calles desembocan en los muelles y qué triste es tener que abandonar las casas para que las paredes y los libros no nos ven llorar.


*

Ay madre, ya soy como la España; ni chicha ni limoná, loquita del corazón y dura como la caña.

NANCY FLOR BAILARÁ SIEMPRE


Nancy Flor bailará siempre
porque Johnny ya murió.
Un bribón le dio la muerte,
nadie sabe a dónde huyó.

Fue testigo un pistolero
rey en los bares de New York,
pasado luego a carcelero
contó la historia en un block.

Jim, Johnny y Nancy Flor
tres personajes de antología,
de apología,
extraña historia del terror.

Ella tenía los ojos grises,
Johnny pintaba flores de azahar,
Jim era dulce, un soñador.

Ella bailaba todas las noches,
Jim la soñaba en un bazar
rodeada de otros muñecos
que la adoraban por su candor.

Eran hermanos los dos adoradores de Nancy Flor.

Por la calle caminaban
los tres en silencio,
mas el corazón no calla, traidor.
Y Jim lo supo.
Daban las doce en el cuco.

Caía el sol en la acera
y Dulce Jim vio un gran amor
en las dos sombras de Johnny y Nancy Flor
unidas a ras de tierra.

El dolor apenas quema
cuando nada queda en el hueco
de un antiguo corazón.

El asesino huyó de la justicia
pero le persigue el eco
de una loca ilusión
que con diabólica malicia
persiste en tener razón.

Una flor era Nancy para Jim,
mas una flor pintada antaño
por un solo enamorado
que no fue Jim, sino John.


ANA MARÍA MOIX