viernes, 4 de mayo de 2007

Días de poco ruido y pocas nueces

Unos cuantos días sin escribir nada en este espacio. Días grises, poco qué decir, o tal vez pocas ganas de decirlo. Mi padre se le han complicado un tanto su colección de enfermedades crónicas. Lo que nos ha tenido en casa con algo de inquietud. Me ha invadido una suerte de inercia emocional. Nada me motiva mucho, nada me emociona. Me dejo ir. Ayer, por lo menos, me cité con unas amigas en un vernissage de un conocido artista al que hemos visto transitar por la escena local desde la década de los ochenta: Muu Blanco. La exposición en sí no me dijo gran cosa, pero me hizo bien encontrarme con el siempre ocurrente Manuel Lebón, y tomarme unas copitas de vino con mis amigas Marisela y Nélida, quienes me presentaron un muy joven nuevo amigo, David. No puedo dejar de admitir que Caracas vuelve a parecerse a la Caracas que nos dio horas felices, divertidas. Una Caracas donde siempre está pasando algo, donde tienes múltiples opciones para distraerte, ocuparte. Dos días atrás vi una película del ciclo de cine francés "Otros tiempos" con Gerard Depardiú y Catherine Denueve, dos de mis íconos actorales del cine contemporáneo. No es de esas películas inolvidables, probablemente me olvidaré pronto de ella, pero es un buen cuadro de la sociedad actual, híbrida, pesimista, multicultural, multisexual. En fin, un cuadro bien hecho de nuestras patologías, nuestras maneras cada vez más desencontradas de vivir. Una vez más estalla un drama muy repetido en las últimas películas que he visto: la crisis de la familia y la crisis de la sociedad, que se refleja en extrañas rutinas un tanto perversas. Manuel Lebón nos invitó a un par de rumbas para los próximos días, por lo pronto podré distraer este extraño estado de ánimo que insiste en descolocarme. No es declarada depresión, se parece más bien al aburrimiento. Por lo tanto la diversión, la distracción parecen buen antídoto. Mientras tanto sigo visitando mi psicoanalista y doy testimonio de mi pananoia urbana y mi irresuelto problema de descolocación. Parece que no logro deslastrarme de ya antiguos esquemas heredados que no permiten parecerme a la persona que he querido ser desde hace poco más de veinte años. Una persona contenta de sí y con una relación más o menos saludable con el entorno. El espejo no miente, esa mujer que estoy viendo día a día no se parece a mí, ¿dónde estoy yo? ¿Dónde está la mujer que quiero ver en ese y todos los espejos que me topo a diario? El espejo es sólo la punta del iceberg. ¿Por qué mi vida se sigue pareciendo tanto a un naufragio? Por lo pronto sigo esforzándome y tratando de hacer esa mujer que no logro amasar más allá o más acá de lso espejos. Algo si se me hace claro: he dejado de sentirme querida o deseada, no sé desde cuándo, y eso para una mujer es muy triste. Y ese es parte del problema. No todo, por supuesto, pero si una parte importante. Me hace bien escribirlo, aunque nadie parece haber pasado por mi bitácora hace ya un tiempo. A fin de cuentas nunca escribí por palmaditas o reconocimiento, siempre escribí porque me hacía bien, porque básicamente -y es una de las pocas cosas que tengo claras en la vida- soy una escritora.