viernes, 14 de septiembre de 2007

ciudad, poesía, cine y reflexión


Entre el martes 11 de septiembre y ayer 13 en la sede de Econoinvest, en el este de Caracas, la cátedra de Imágenes urbanas coordinada por Tulio Hernández desde 1993, con el apoyo de la Fundación para la Cultura Urbana, organizó tres coloquios en los cuales se reflexionó sobre el rol de los escritores y artistas en el entramado de la ciudad. En estos coloquios converguieron tres modos de ver la ciudad: como espacio físico, como espacio relacional y como espacio vinculado con lo imaginal. Rafael Castillo Zapata reflexionó el 11 sobre el rol de los poetas en la configuración del espacio simbólico e imaginal de la ciudad, tomando como punto de partida algunos textos de José Lezama Lima y otros miembros del grupo Orígenes. El 12 el arquitecto y docente Guillermo Barrios nos ofreció un banquete de imágenes tomadas de películas venezolanas a lo largo del siglo XX, desde la Caracas del tranvía y los coches hasta la Caracas de "Pandemonium" de Chalbaud. En la última sesión Tulio Hernández nos habló de Macondo y su historia a lo largo de Cien años de soledad, y así también los tres ponentes ofrecieron una estimulante reflexión sobre Caracas y su abismal proceso de deterioro, algunas de las razone sposibles de ese deterioro y conversamos sobre el problemas de la construcción de ciudadanía entre nosotros. Iniciativas como éstas son hoy realmente necesarias. El proceso radical de transformaciones que hemos vivido en los últimos 20 ó 25 años pide sin duda sentarnos a reflexionar y entender que el ejercicio de la ciudadanía es un rol que debemos asumir si queremos otra ciudad, si queremos otro país, que no se encuentre secuestrado tras alcabalas, alambres de púas, muros electrificados. La ciudad la construyen sus habitantes. Tenemos la ciudad que hemos construido.

Caracas, viernes 14 de septiembre de 2007

lunes, 10 de septiembre de 2007

Lorca




Pocos poetas de la lengua española me han embelezado como Federico García Lorca (1898-1936). Hoy me desperté murmurando sus poemas, que aquí dejó a los posibles lectores de mi blog, con el pesar siempre de una vida truncada por la infatuidad del poder a comienzos de la Guerra Civil española del siglo XX. Nos quedan sus versos y el inmenso silencio de los que pudo haber escrito.


ROMANCE DE LA PENA NEGRA

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas,
—Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
—Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
—Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
—No me recuerdes el mar,
que la pena negra brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
—¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
—¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas al suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
—Soledad, lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.
&

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

(de Romancero gitano, 1924-1927)

PRECIOSA Y EL AIRE

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde vienen los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira a la niña tocando
una dulce gaita ausente.
—Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.

&

Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.

Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.

¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por donde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.

&

Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.

Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.

El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.

Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.

(De Romancero gitano)

POEMA DOBLE DEL LAGO EDEN

nuestro ganado pace, el viento espira.
Garcilaso

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tiene patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

(De Poeta en Nueva York, 1929-1930)

Zbignew Karkowski en el Centro Cultural Consolidado



El miércoles 5 de septiembre se llevó a cabo en el Centro Cultural Chacao una performance sonora del artista polaco residenciado en Japón Zbigniew Karkowski. Esta experiencia se ofreció como una charla-concierto con el músico electrónico y compositor sueco (sic) en el programa mensual de la fundación y se tituló “Componiendo en el caos”. La experiencia se inició con una puntualidad suiza, inusual entre nosotros. Las personas inquietas de esta ciudad tenemos más de una década asistiendo a diversas experiencias musicales y sonoras pero aún estamos abiertos a dejarnos sorprender. El señor Karkowski nos sorprendió. Para mí particularmente de forma negativa. La charla se limitó a dos minutos en los cuales dijo que era polaco, tenía 30 años viviendo en Japón, que nunca utilizaba pistas previas y que en su trabajo había mucho de improvisación pero que era una improvisación que no era aleatoria. Algo así fue lo que yo entendí por lo menos, porque habló en inglés y el muchacho que hizo la traducción no fue muy eficiente. Luego Karkowski dijo “¿Hay alguna pregunta?”. Nadie hizo preguntas y el dijo entonces: “Si no hay preguntas empezaré de inmediato”. No teníamos idea de qué iba la cosa, qué podíamos preguntar. Yo hubiese agradecido que me contara un poco de qué iba su propuesta. Porque a lo mejor me retiré a los 15 minutos aproximadamente porque no entendí de qué iba la cosa. Casi nunca hago eso, muy pocas veces en mi vida lo he hecho. Trataré de describir lo que ocurrió: Empezó a escucharse un ruido muy desagradable como cuando hay problemas de sonido en un concierto, el ruido se acrecentó, se apagaron las luces y empezaron a prenderse y apagarse de manera intermitente los focos del techo del escenario, acompañando al chirrido del compositor. El ruido parecía menguar y el movimiento de las luces, pero luego volvía a acrecentarse. Traté de relajarme y disfrutar la experiencia, pero al rato me paré y me fui. Era algo realmente desagradable. No sé si el displicente compositor habrá accedido a responder preguntas al terminar su performance, tal vez fue así. Pero yo me quedo con nuestro maravilloso Miguel Ángel Noya o algunos de esos excelentes conciertos de música electrónica que organizó Félix Allueva en la Casa Rómulo Gallegos hace una década o poco más, o con alguna rumba trans de Johnny Ferreira a la que asistí en Las Mercedes por la misma época. Los chirridos de Karkowski se los ofrendo con mucho gusto a los masoquistas que se quedaron hasta el final. ¡Santos polacos niponizados, batman!