lunes, 27 de marzo de 2017

Poemas Julia de Burgos





Luego de varios meses de ausencia vuelvo con una extraordinaria poeta de Puerto Rico, la más importante poeta contemporánea de la Isla, Julia de Burgos (Puerto Rico 1914-New York 1953). Agradezco su lectura al amigo José Augusto Paradisi, quien hace algunos años realizó un homenaje a la poeta. La poesía de Julia de Burgos es un caudal esplendoroso, de una extraordinaria vitalidad. Sus temas oscilan entre el amor a su país y a su exhuberante naturaleza y el tema amoroso. El ímpetu de sus versos me la hermanan con dos grandes poetas venezolanas: la marabina María Calcaño, en sus versos que unen naturaleza y deseo, naturaleza desbordada y erotismo y el entrelazamiento de imágenes sin fin, con la delirante hondura de Ida Gramcko. Su vida fue corta y trágica, como suele ocurrir con los grandes artistas, entregados a hondas pasiones, que no encuentran un cauce adecuado. Murió a los 39 años, víctima del alcoholismo, la encontraron tirada en una calle de New York, muriendo a los pocos días de neumonía.  Reproduzco algunos de sus textos invitando a leerla. 



                                                  Río Grande de Loíza, Puerto Rico.

AGUA VIDA Y TIERRA

    Yo fui estallido fuerte de la selva y el río,
y voz entre dos ecos, me levanté en las cuestas.
De un lado me estiraban las manos de las aguas,
y del otro, prendíanme sus raíces las sierras.

    Cuando mi río subía su caricia silvestre
en aventuras locas con el rocío y la niebla,
con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,
lejos de sorprenderlo,me hospedaba en las sierras.

    Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,
me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,
y era mi grito nuevo como un tajo del monte
que anegaba las calles y golpeaba las puertas.

   A veces la montaña se me vestía de flores
e iniciaba en mi talle curvas de primavera.

    ¡Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años
sobre senos y muslos y caderas de piedra!

    Se treparon mis ojos al rostro de los árboles
y fueron mariposas sus vivas compañeras:
así es como en los prados voy buscando las flores,
y alas pido en las almas que a mi vida se acercan.

    Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,
y juraron ser índices de mis futuras vueltas;
por eso entre los cuerpos doblados de los hombres,
como puntales puros de orientación se elevan.

    Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,
y crecí amando el río e imitando la sierra...

    Una mañana el aire me sorprendió en el llano:
¡ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!
Pálidas ceremonias saludaron mi vida,
y una fila de voces reclamaron la prenda...

    Mis labios continuaron el rumor de las fuentes
donde entrañé mis años y abastecí las venas.
¡De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el lenguaje,
se tiende por el mundo como la dio la tierra!


                                                      Río Grande de Loíza, Puerto Rico (atardecer)

EL RIVAL DE MI RÍO

   Yo te fui contemplando desde la carne el alma,
y me sentí culpable de un extraño delito
que me subía a los ojos en chispeantes miradas,
y se rompía en mi rostro en rubor infinito.

   De pronto fue tornándose en pájaro mi boca,
y un sentimiento cósmico inundó mis sentidos;
me escondí en el secreto que estalló en tus pupilas,
y adiviné en tu rostro al rival de mi río.

   ¡Río grande de Loíza!...Alárgate en su vida.
¡Río Grande de Loíza!...Alárgate en su espíritu,
a ver si te descubres en la flor de su alma,
o en el sol de sus ojos te contemplas tú mismo.

   Él tiene en sus caricias el gesto de tu abrazo,
y en sus palabras cuelgan rumores parecidos
al lenguaje que llevas en tu boca de agua
desde el más quieto charco al más agreste risco.

   Tú me besaste un día despertándome el alma;
él también me ha besado con un beso tan límpido,
que no sé allá en mi espíritu si posar extasiada
en el beso del hombre o en el beso del río.

   ¡Quién sabe si al vestirme con mi traje de carne,
y al sentirte enroscado a mi anhelo más íntimo,
surgiste a mi presencia en el río de sus ojos,
para entregarte, humano, y sentirte más mío!

   ¡Quién sabe si al bajarte del lomo de la tierra
para besarme toda en un loco delirio,
te humanizaste en su alma, y brotaste en corrientes
que una a una en mi tierra de emoción hizo nido!

    ¡Oh rival de mi río!... ¿De dónde me llegaste?
¿En algún país remoto te bañaste conmigo,
mientras en otra playa, con alguna doncella
se entregaba en amores mi voluptuoso río?

    ¿Me sorprendiste acaso en algún aguacero
violando claridades y callando suspiros,
portavoz ambulante de una raza de agua
que me subió a las venas en un beso del río?

   ¡Río Grande de Loíza!.... Yo lo fui contemplando
desde la carne al alma: ese fue mi delito.
Un sentimiento cósmico estremeció mi vida,
y me llegó el amor... tu rival presentido.


CANCIÓN DE LA VERDAD SENCILLA

   No es él el que me lleva...
Es mi vida que en su vida palpita.
Es la llamada tibia de mi alma
que se ha ido a cantar entre sus rimas.
Es la inquietud de viaje de mi espíritu
que ha encontrado en su rumbo eterna vía.

   Él y yo somos uno.
Uno mismo y por siempre entre las cimas;
manantial abrazando lluvia y tierra;
fundidos en un soplo ola y brisa;
blanca mano enlazando piedra y oro;
hora cósmica uniendo noche y día.

   Él y yo somos uno.
Uno mismo y por siempre en las heridas.
Uno mismo y por siempre en la conciencia.
Uno mismo y por siempre en la alegría.

   Yo saldré de su pecho a ciertas horas,
cuando el duerma el dolor en sus pupilas,
en cada eco bebiéndome lo eterno,
y en cada alba cargándome una sonrisa.

   Y seré claridad para sus manos
cuando se vuelquen a trepar los días,
en la lucha sagrada del instinto
por salvarse de ráfagas suicidas.

   Si extraviado de senda, por los locos
enjaulados del mundo, fuese un día,
una luz disparada por mi espíritu
le anunciará el retorno hasta mi vida.

    No es él el que me lleva...
Es su vida que corre por la mía.


TE SEGUIRÉ CALLADA

    Yo te seguiré por siempre, callada y fugitiva,
por entre oscuras calles molidas de nostalgia,
o sobre las estrellas sonreídas de ritmos
donde mecen su historia tus más hondas miradas.

    Mis pasos desatados de rumbos y fronteras
no encuentran las orillas que a tu vida se enlazan.
Busca lo ilimitado mi amor, y mis canciones
de espaldas a lo estático, irrumpen en tu alma.

   Apacible de anhelos, cuando el mundo te lleve,
me doblaré el instinto y amaré tus pisadas;
y serán hojas simples las que iré deshilando
entre quietos recuerdos, con tu forma lejana.

   Atenta a lo infinito que en mi vida ya asoma,
con la emoción en alto y la ambición sellada,
te seguiré por siempre, callada y fugitiva,
por entre oscuras calles, o sobre estrellas blancas.


JULIA DE BURGOS