miércoles, 19 de febrero de 2020

100 años del Cementerio marino






Mis versos tienen el sentido que se les preste. El que yo les doy sólo se ajusta a mí mismo. Es un error contrario a la naturaleza de la poesía, y que le sería incluso mortal, pretender que a todo poema corresponde un sentido verdadero, único, y conforme o idéntico a cualquier pensamiento del autor.
                                   Paul Valery, sobre Cementerio marino


Este año se cumplen 100 años de la publicación del poema “Cementerio marino” de Paul Valery, inicialmente publicado en la revista Nouvelle Revue Francaise, el 15 de febrero de 1920. En este poema, a través de la imagen del mar, su autor retoma un tema de la poesía clásica, que ha pervivido en el tiempo, lo efímero y breve que es el destino humano. La presente traducción, de la cual comparto fragmentos con los lectores de mi bitácora, es de Alí Lameda y la tomé de la revista venezolana Imagen Nº 110.



I
Ese techo de velas cual palomas
entre pinos y tumbas vibra ahora.
El mediodía justo allí compone
de fuego al mar, sin tregua renaciendo.
Oh galardón, después de un pensamiento
ver a fondo la calma de los dioses!

II
¡Qué brillante labor consume pura
tanto diamante de invisible espuma
y qué paz se concibe por momentos!
Cuando sobre el abismo un sol descansa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo brilla y es saber el sueño!

Ya en estas primeras estrofas del poema se asoma el plural universo lírico de Valery, el poeta nos muestra el escenario del poema con un lenguaje poderosamente metafórico, blancas velas se transforman en palomas en vuelo en el sol radiante del mediodía, el reflejo del sol en las olas del mar en diminutos diamantes y todo ello despierta en quien habla hondos sentimientos de paz, que le llevan a la ensoñación, que vincula a “la calma de los dioses”, en plural, es decir, nos traslada a remotos sentimientos animistas, panteístas, con su enjoyado lenguaje. Valery, como señala el traductor, amó el mundo clásico griego, para el que el arte y la belleza se vinculan a la armonía y producen en quien los perciben bienestar.

El Tiempo es un referente que va a reiterarse desde el inicio y a lo largo del poema, de forma directa o indirecta, expresando su paso. El Tiempo como un dios (“Templo del Tiempo en un suspiro”); como transformador, gestor de cambios (“Mírame, cielo bello y real, cambiando!” “yo soy en ti lo que en secreto cambia”); su paso que destruye todo anhelo (“¡Huye todo! Porosa es mi presencia/el sagrado anhelar también acaba”). Pero más allá de lo perecedero, de los anhelos que al final de la vida acaban, no olvidemos que estas evocaciones surgen frente al cementerio donde reposan los ancestros, el alma pervive, las huellas de lo vivido, que el poema busca exaltar:

¡El viento se alza…!¡Hay que vivir entonces!
Abre y cierra mi  libro el aire enorme,
la onda sobre las rocas salta y brilla!
¡Volád vosotras, páginas llenas de luz blonda!
Rompéd olas, romped esa rotonda
tranquila que los foques picotean!

Beatriz Alicia García