viernes, 23 de abril de 2010

José Hierro

El muerto

Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.

Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el suelo que pisan los
vivos
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo querría poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos temblar la
alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.

Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.


José Hierro

viernes, 16 de abril de 2010

Eunice Odio


ARGOS DEL DIA OCULTO (fragmentos)

I
Toma su edad del mar,
su juventud del vuelo,
que siempre fue del día duradero.

Toma por esposa a la sal
y su frontera en flor de donde el viento.
Antes vivió y habló

(dijo el aire con cenizas
y fue una flor del largo de la tarde),
antes vivió y habló
donde plantan su tienda las abejas;
junto al cerezo que era de día en sus entrañas
cuando afuera, en el mundo.
Sinfinela dormía y parecía un suceso
de plata.

(...)

VI
Todo lo sabes tú,
viviente en el tiempo total y original
tan sólo discernido,
en la región donde el Arcángel siega los rayos de Su Planta

y está rodeado por su espada Estelar;

donde el tiempo reposa -una burbuja de aire
amurallada por el fondo del mar;

donde el tiempo, despojado de sí, enajenado,
se detiene
a ser memoria de la eternidad;
y si le preguntaran cómo está no sabría;
sería como un niño dilatado
que solamente es iluminado.

Argos, aquí, entrelazada al viento, a ti,
mezclada con el sol y la distancia
te interrogo:

¿Qué hay más allá del cielo de mayo que vendrá,
confundido entre las aguas y los ciervos;

del cielo que ya vino una mañana

que habitaron aquellos
-muy pocos-
que lo miraron.

Argos, Argos, responde.
Iníciame en la ruta porque vas,
en actitud de tierra prodigiosa.

Voy a tenderme sobre tu corazón.
es decir, voy a tenderme
sobre una fresca rama vertiginosa;
sobre tus largas piernas,
sobre tu cara,
fuerte como el costado de una batalla.

Voy a rodearte con palabras que vinieron de los montes,
a conjurarte.
Sea propicio el oráculo.


Eunice Odio (Costa Rica, 1922-México 1974)


Poema publicado en la revista venezolana Zona Franca, Año I, Nos. 13-14, Marzo 1965

jueves, 8 de abril de 2010

Charles Bukowski


Culminación del dolor

oigo incluso cómo ríen
las montañas
arriba y abajo de sus azules laderas
y abajo en el agua
los peces lloran
y toda el agua
son sus lágrimas.
Oigo el agua
las noches que consumo bebiendo
y la tristeza se hace tan grande
que la oigo en mi reloj
se vuelve pomos en la cómoda
se vuelve papel sobre el suelo
se vuelve calzador
ticket de la lavandería
se vuelve
humo de cigarrillo
escalando un templo de oscuras enredaderas...

poco importa

poco amor
o poca vida
no es tan malo
lo que cuenta
es observar las paredes
yo nací para eso

nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.


Charles Bukowski

miércoles, 31 de marzo de 2010