lunes, 2 de julio de 2007

Algunos poemas de la "Summa de Magroll El Gaviero


Este es un récipe especialmente posteado para navegantes de la web que pasen por aquí, Álvaro Mutis ya lleva muchos años en las lides de la navegación:

“Las Batallas”

El nombre de los navíos, la humedad de las minas, el viento de los páramos, la sequedad de la madera, la sombra gris en la piedra de afilar, la tortura de los insectos aprisionados en los vagones por reparar, el hastío de las horas anteriores al mediodía cuando aún no se sabe qué sabor intenso prepara la tarde, en fin, todas las materias que lo llevaron a olvidar a los hombres, a desconfiar de las bestias y a entregarse por entero a mujeres de ademanes amorosos y piernas de anamita; todos estos elementos lo vencieron definitivamente, lo sepultaron en la gruesa marea de poderes ajenos a su estirpe maravillosa y enérgica.

“Los trabajos perdidos”

Por un oscuro túnel en donde se mezclan ciudades, olores, tapetes, iras y ríos, crece la planta del poema. Una seca y amarilla hoja prensada en las páginas de un libro olvidado, es el vano fruto que se ofrece.

La poesía substituye,
La palabra substituye,
El hombre substituye,
los vientos y las aguas substituyen…
la derrota se repite a través de los tiempos
¡ay, sin remedio!

Si matar los leones y alimentar las cebras, perseguir a los indios y acariciar mujeres en mugrientos solares, olvidar las comidas y dormir sobre las piedras… es la poesía, entonces ya está hecho el milagro y sobran las palabras.
…Pero si acaso el poema viene de otras regiones, si su música predica la evidencia de futuras miserias, entonces los dioses hacen el poema. No hay hombres para esta faena.
Cruzar el desierto cantando, con la arena triturada en los dientes y las uñas con sangre de monarcas, es el destino de los mejores, de los puros en el sueño y la vigilia.
Los días partidos por el pálido cuchillo de las horas, los días delgados como el manantial que brota de las minas, los días del poema… Cuánta vana y frágil materia preparan para las noches que cobija una lluvia insistente sobre el zinc de los trópicos. Hierbas del dolor.
Todo aquí muere lentamente, evidentemente, sin vergüenza: hasta los rieles del tren se entregan al óxido y marcan la tierra con infinita ira paralela y dorada.
La gracia de una danza que rigen escondidos instrumentos. La voz perdida en las pisadas, las pisadas perdidas en el polvo, el polvo perdido en la vasta noche de cálidas extensiones… o solamente la gracia de la fresca madrugada que todo lo olvida. El puente del alba con sus dientes y sombras de agria leche.
Poesía: moneda inútil que paga pecados ajenos con falsas intenciones de dar a los hombres la esperanza. Comercio milenario de los prostíbulos.
Esperar el tiempo del poema es matar el deseo, aniquilar las ansias, entregarse a la estéril angustia… y, además, las palabras nos cubren de tal modo que no podemos ver lo mejor de la batalla cuando la bandera florece en los sangrientos muñones del príncipe. ¡Eternizad ese instante!
El metal blando y certero que equilibra los pechos de incógnitas mujeres
es el poema
El amargo nudo que ahoga a los ladrones de ganado cuando se acerca el alba
es el poema
El tibio y dulce hedor que inaugura los muertos
es el poema
La duda entre las palabras vulgares, para decir pasiones innombrables y esconder la vergüenza
es el poema
El cadáver hinchado y gris del sapo lapidado por los escolares
es el poema
La caspa luminosa de los chacales
es el poema
De nada vale que el poeta lo diga… el poema está hecho desde siempre. Viento solitario. Garra disecada y quebradiza de un ave poderosa y tranquila, vieja en edad y valerosa en su trance.

AMÉN

Que te acoja la muerte
con todos tus sueños intactos.
Al retorno de una furiosa adolescencia,
al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
te distinguirá la muerte con su primer aviso.
Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
La muerte se confundirá con tus sueños
y en ellos reconocerá los signos
que antaño fuera dejando,
como un cazador que a su regreso
reconoce sus marcas en la brecha.

CITA

In memoriam J.G.D.

Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos,
en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren
en un estruendo que se confunde con el de las aguas;
allí, bajo la plancha de cemento,
con sus telarañas y sus grietas
donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos;
allí junto a la fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera ser.
O tal vez en un cuarto de hotel,
en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor bullicio en las calles,
cuando se encienden las primeras luces
y se abren los burdeles
y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los vasos y e golpe de las bolas de billar;
a esa hora convendría la cita
y tampoco habría esta vez incómodos testigos,
ni gentes de nuestro trato,
ni nada distinto de lo que antes te dije:
una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato
y su cama manchado por la cópula urbana
de los ahítos hacendados.
O quizá en el hagar abandonado de la selva,
a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura de vigas metálicas
invadidas por el óxido
y teñidas por un polen color naranja.
Afuera, el lento desorden de la selva,
su espeso aliento recorrido
de pronto por la gritería de los monos
y las bandadas de aves gracientas y rijosas.
Adentro, un aire suave poblado de líquenes
listado por el tañido de las láminas.
También allí la soledad necesaria,
el indispensable desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en nosotros
donde sucede el encuentro
y de nada sirve prepararlo ni esperarlo.
La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.

2 comentarios:

BAO dijo...

oh Alvaro Alvaro Mutis

eres un poeta tan nuestro

bienvenidas siempre

tus palabras

Carlos Eduardo Fuenmayor dijo...

Me encanta Alvaro Mutis Amiga
UN ABRAZO