Pido disculpas a los eventuales lectores de mi bitácora por una ausencia más o menos larga. En las últimas tres semanas he estado en una clínica al lado de mi padre, quien fue metido a quirófano dos veces de emergencia. Ahora parece irse recuperando, pero igual no cesa la angustia ni los cuidados. Como abreboca a próximos posteos quisiera hacer un breve comentario: a mí esta época me da cada vez más vertigo. Supongo que a pesar de haber pasado los 40 años soy aún una persona joven y soy además inquietísima. Creo que ya lo he dicho en algún otro posteo. Soy además una persona dinámica, es decir, me muevo, hago ejercicio con la frecuencia que puedo, trato de ir acorde a los tiempos. Tengo un blog, estoy en Facebook, tengo algunos juguetes tecnológicos de los necesarios, como el celular (teléfono móvil), me engarcé hace poco nuevamente un piercing en la nariz. Pero a veces siento que lo que sucede a mi alrededor me sobrepasa, es todo tan rápido. Los procesos tecnológicos parecen pedirte cada vez más destrezas de las que carezco. Una suerte de mentalidad binaria, de destreza maquinal. A ratos quisiera desenchufarme, no tener que depender de tantos artefactos para sobrevivir, no tener que memorizar una enorme cantidad de claves de acceso, no tener que pelear con maquinitas que no responden, que se desenchufan solas, no tener que pelear con mi reproductor de películas porque de pronto no quiere leer los discos. Es una sensación poco grata, te sientes acosada por el "Big Brother" que decide que puedes ver o no ver, qué puedes escuchar o no escuchar. Uno no sabe bien quién o qué te friega, te fastidia. Es un enemigo cobarde, como esos fantasmas contra los que lucha Cadenas en sus poemas. Pero quieres ver tus videos favoritos de Björk o Portishead y nada, de pronto el aparato no funciona, y no sabes a quién mentarle la madre, porque después de estar tantos días en una clínica uno debería poder ver lo que le de la gana en su televisor. Probablemente escribirlo no va a cambiar nada, seguiré colocando compactos que no se oyen, películas que no se ven, pero creo que me hace bien consignar mi rabia en esta mi bitácora. Próximamente poemas de jóvenes poetas venezolanos, quienes, por supuesto no le temen al vértigo, aún se sienten eternos, bellos, imparables, como realmente lo son. Yo empiezo a cansarme, me agota vivir en esta época tan terriblemente cruel y vertiginosa. A veces quisiera ser una bruja, todopoderosa, tal vez sería más feliz. Andaría sin ley, sin preocupaciones, en esta interminable agonía de la modernidad. Pero sólo soy una poeta terca, solitaria y pobre. Y pendeja, además, lo que empeora las cosas.
Un abrazo bloguero
2 comentarios:
Comparto mucho de lo que dices. Son tiempos duros, difíciles, pero no sólo por el vértido de la tecnología.
Claro Mori, no es sólo la tecnología. Yo creo que la caída de las torres gemelas van a marcar los comienzos de este nuevo milenio, tanto como la internet, las comunicaciones, el mundo virtual. Lo digo por el reciente aniversario. Es como si con ellas se hubiese desplomado en cierta forma el mundo como era. Recordar la caída de las torres te hace ver lo frágil que es nuestra civilización, con sus horrores y sus utopías.
Un abrazo,
Beatriz Alicia
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